ribbon

Francia-Alemania: ¿qué busca el tratado de Aquisgran?

1 de febrero de 2019

|

 

Las actuales gobiernos de Francia y Alemania han renovado el multifacético acuerdo que unía a ambos países desde hace más de medio siglo (1963), cuando en plena guerra fría dieron el paso considerado entonces audaz que les otorgaba un status relativamente particular en el seno de la OTAN y de la entonces Comunidad Económica Europea.

No olvidar que eran los tiempos de la Alemania dividida entre oeste y este (RFA-RDA) mientras en Francia las ideas nacionalistas de Charles de Gaulle prevalecían con fuerza y hacían del gaullismo un componente político de consideración.

Tañes movimientos, desde entonces, han venido siendo observados con preocupación por los diferentes gobiernos imperialistas de Estados Unidos que han desfilado sucesivamente por la Casa Blanca, quienes consideran que sus aliados deben sujetarse estrictamente a la línea trazada por Washington evitando cualquier aventura o jugueteo integracionista que les abra otros espacios y les permita otros márgenes de maniobra, dictando sus propias políticas independientes tanto en lo interno como especialmente en su política exterior. El imperio yanqui no admite a sus aliados o socios otra cosa que no sea sumisión absoluta.

En este sentido, Francia ha sido particularmente díscola y sus gobiernos se han visto en contradicciones con Estados Unidos tanto es aspectos económicos como comerciales, medioambientales o por esferas de influencia en África, donde Washington no cesa en sus intentos de penetrar en el área de la francofonía y ha establecido sus misiones militares en muchos de estos países.

Es público y notorio que estas diferencias se han exacerbado durante la Administración Trump, multiplicándose los más ásperos intercambios hasta bordear los insultos entre el mandatario yanqui con el presidente francés Enmanuel Macron y especialmente agrios con la canciller alemana Angela Merkel.

Hay diferencias de enfoques y puntos de vista contradictorios en casi todos los temas del mundo de hoy entre esos tres baluartes del capitalismo transnacional y globalizado, lo cual es perceptible e influyente en las regiones de conflicto y en ocasiones dificulta a Estados Unidos ejercer la hegemonía total a la que aspira.

Todo parece indicar que el recién suscrito Tratado de Aquisgrán busca consolidar por una parte, esa peculiar libertad de movimiento en un momento en que tales contradicciones se han agudizado y es un cuidadoso mensaje a Trump para que recuerde el poder y la influencia que puede significar la unión franco-germana, dos socios incómodos pero necesarios.

Por otro lado, es también un mensaje a los restantes componentes de la Unión Europea, recordándoles donde se encuentran el centro político y la locomotora económica de esa comunidad, una vez consumado el Brexit por parte del Reino Unido. Para los europeos en esto no deben quedar dudas ni debe haber equivocación.

Comentarios