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FMI: Instrumento del imperio

23 de abril de 2013

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Mucho se ha escrito y seguramente se seguirá escribiendo acerca del papel jugado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) como instrumento concebido por el sistema capitalista para su dominación y expansión a partir de los resultados de la Segunda Guerra Mundial y los llamados acuerdos de Bretton Woods, que consagraron los efectos económicos de aquella contienda y sacralizaron al dólar como moneda de intercambio internacional privilegiada.

En definitiva, el FMI contribuyó a la creación de las bases económicas y de todas sus derivaciones en cuanto a inversiones y comercio, de modo que estas favorecieran al sistema capitalista, en especial a Estados Unidos y unas pocas potencias occidentales y ex metrópolis europeas, asegurando un futuro de explotación y saqueo, encubierto bajo la apariencia de préstamos condicionados o supuestas  “ayudas” a los países “en vías de desarrollo” con el propósito de encadenarlos nuevamente, esta vez de modo diferente al pasado colonial.

Puede afirmarse que, en buena medida, con el FMI nacieron el neocolonialismo y posteriormente su heredero directo, el neoliberalismo, utilizados hasta hoy por esas potencias capitalistas convertidas en  contribuyentes del Fondo y en los determinantes de las supuestas “ayudas”, poseedora cada una del número de votos que se corresponda con su contribución.  De este modo, es Estados Unidos el poseedor del número de votos decisivos para cualquier entrega, tanto en cuanto a su monto como en cuanto a su receptor.

La utilización del FMI como instrumento del Imperio con indisimulados objetivos políticos, de control económico, injerencia y desmontaje del papel del Estado, así como reducción de los servicios públicos de salud, educación y seguridad social, está siendo denunciada a partir de los últimos años por numerosos países de América Latina, Asia y África, que han percibido estos propósitos malsanos y han sido sus víctimas en muchos casos.

Ellos han solicitado insistentemente la reforma del FMI pero solo han recibido plazos, dilaciones y omisiones como respuestas a sus solicitudes de una reforma seria que incluye un rebalance del capital y, -sobre todo,- del sistema de cuotas para la más justa distribución del poder dentro del Fondo.  Algunos parlamentos, como el Congreso de Estados Unidos, mantienen paralizada la ratificación de estas medidas acordadas en primera instancia, pero requieren la ratificación parlamentaria de los países miembros.

Es evidente que, tanto Estados Unidos como la Unión Europea, temen arriesgar y perder la posición hegemónica que han detentado en el FMI desde su creación y que han revertido en herramienta de intromisión política y chantaje, cuando lo han considerado necesario.
En este sentido, no puede pasarse por alto la decisión recién tomada en la Cumbre del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en cuanto a la creación de un Fondo o Banco de fomento por parte de esa entidad multipolar que podría estar en funcionamiento para el año 2015.

Según expresaron sus fundadores, esta institución actuaría como defensora y garante de los países en desarrollo e impulsaría el creciente peso económico de las naciones del Sur para democratizar otras instituciones globales, entre las que se incluye el FMI.

La legitimidad y credibilidad del FMI, —desde hace tiempo puesta en duda por su escandalosa y parcializada actuación, más allá incluso de sus propios reglamentos, -tendría en este Banco que propone el grupo BRICS un importante punto de referencia alternativa y sería una oportunidad para romper su hegemonía como instrumento del Imperio.

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