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¿Fisura en la OTAN?

25 de enero de 2023

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El conflicto ucraniano sigue deparando sorpresas, acercamientos y desencuentros, alianzas insólitas y crisis de diverso tipo que abarcan hasta los escenarios situados a muchos miles de kilómetros de distancia de los hechos bélicos propiamente dichos.

En ese sentido, el Papa Francisco fue exacto al compararlos ya como “una tercera guerra mundial” si tenemos en cuenta su alcance y repercusiones, que van más allá de lo puramente militar y se extienden hasta lo alimentario, lo financiero, lo comercial y aún hasta lo deportivo; se trata de un conflicto incluyente en los más diferentes ámbitos del mundo actual, hasta el cual el gobierno imperialista de Estados Unidos y algunos de sus socios pretenden llevar la obsesión antirusa, con el propósito declarado y delirante a la vez de condenar a Rusia al aislamiento y al desgaste.

Una pieza clave en los planes contra Rusia -tal como se conoce ampliamente- es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que Estados Unidos y sus afines forjaron en 1949, hace más de 70 años, con el declarado fin de “contener al comunismo soviético” en las fronteras europeas establecidas por la Segunda Guerra Mundial.

La OTAN se convirtió así en la punta de lanza armada del imperialismo norteamericano dentro de la jurisdicción del Viejo Continente hasta esos momentos. Tras la desintegración de la URSS y el campo socialista europeo, el pacto político-militar otaniano anunció que sus objetivos se ampliaban al resto del mundo y así ocurrió en Afganistán, Siria, Iraq y Libia, mientras en Europa consumaba la destrucción de Yugoslavia.

Es por ello que cualquier fisura o discrepancia, por mínima que sea, ocurrida en el seno de la OTAN -hoy bajo el férreo control indiscutido de Washington- debe ser observado con detenimiento y prudencia pues pudiera o no ser precedente o aviso de otras disidencias más o menos disfrazadas.

La negativa alemana de enviar un nuevo lote de ayuda militar al gobierno ucraniano, consistente en los poderosos tanques Leopard de última generación, ha encendido las alarmas en la OTAN, en todos sus socios y especialmente en Estados Unidos. El ministro de defensa de Alemania, según se conoce, ha renunciado y ello se atribuye a discrepancias alrededor de este escabroso tema.

No olvidar que el pueblo alemán fue el primero en sufrir en carne propia los horrores del nazifascismo y ahora hay sectores que se muestran reticentes a actuar como aliados y sostenedores del actual régimen nazifascista ucraniano.

Cualquier indicación de fisura o disidencia en el seno de la OTAN que pueda ser discrepante con los dictados del gobierno de Estados Unidos debe, por tanto, ser observada detenidamente. La alianza insólita con los nazifascistas ucranianos pudiera ser la semilla de la discordia.

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