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¿Fin del maleficio en Colombia?

20 de junio de 2022

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En una nación como Colombia, que desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 no ve un día de paz, con gobiernos que hacen y deshacen, amparados por el Imperio y la oligarquía, con medios al servicio de los peores intereses, es un hecho tan asombroso como esperado y deseado el triunfo de Gustavo Petro en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de este domingo 19 de junio.

Así, desde el 7 de agosto venidero, Colombia tendrá su primer presidente de izquierda, acompañado de Francia Márquez, una afrocolombIana, quien, como Petro, recibió múltiples amenazas de muerte, nada extraño, por lo que es un hecho de gran valía el fracaso del reaccionario uribismo para evitar su victoria y verse obligado a no recurrir a la represión y respetar las reglas de juego.

Por ello tiene más fuerza, además del apoyo popular a la coalición izquierdista del Pacto Histórico, el poder maniatar a un régimen que desconoce el Acuerdo de Paz y se baña en la sangre de los asesinados líderes sociales, ex combatientes y los caldos en las ya acostumbradas masacres.

Cierto que los tempos van cambiando, aunque las asunciones de gobiernos de izquierda en Latinoamérica no siempre van acompañadas con la consecuencia en el modo de hacer.

Empero, hay recientes cambios, y ahora está Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y la posibilidad de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.

En cuanto a Francia Márquez, la primera mujer afrodescendiente en llegar a un cargo de tanta importancia, ha sido destacada dirigente del movimiento social y comunitario, que llama la atención sobre la defensa del territorio (“el territorio es la vida y la vida no se vende, se ama y se defiende”), algo fundamental en la transformación de ese pretendido “modelo de desarrollo” con el que los colonizadores esclavizaron a sus antepasados.

Además, dicho “modelo” extractivita (minero y agrario) se basa en la creencia absurda de quienes aún se creen “dueños” de la naturaleza con autorización “divina” para explotarla a su antojo, cuando la realidad es justamente lo contrario, y la sabiduría popular señala que por ello ahora la Madre Tierra, por depredarla e irrespetarla, castiga con virus malignos y catástrofes naturales como las sequías, inundaciones y hambrunas que se han vivido en Colombia.

De manera que cuando se habla del territorio como un espacio de vida es porque la crisis ambiental que vive el planeta es consecuencia, en nuestros países, de esa visión colonial-patriarcal que considera al territorio como un espacio para acumular riqueza, no como un espacio de vida que debe cuidarse y respetarse sin cometer abusos y depredar destructivamente el entorno natural.

Ni la identidad cultural, la libertad o la propia subsistencia son posibles para las comunidades campesinas y los pueblos originarios, si carecen de territorio. El agua y el viento, los peces en los ríos y lagos, los animales en selvas y bosques proveen de alimentos en múltiples circunstancias de manera incluso desmonetizada gracias a la caza, pesca, cultivos de subsistencia o el trueque.

Por eso el territorio es un espacio de vida y la crisis ambiental que vive el planeta es consecuencia de esa ideología equivocada que debe superarse si se quiere realmente mitigar o adaptarse al calentamiento global. “Bogotá era un lugar muy frío y ha dejado de serlo”, señala la vicepresidenta electa de Colombia, al mismo tiempo que asegura que “mis abuelos ya decían lo mismo que ahora confirman las Naciones Unidas y los científicos del mundo”.

Sobre ese y otros aspectos hay un muy amplio programa que la dupla triunfante tratará de hacer cumplir. En ese contexto, Petro sostiene que el sistema económico de su país, cuyas exportaciones han estado basadas principalmente en la cocaína, el petróleo y el carbón, son insostenibles y deben ser reemplazadas por políticas públicas destinadas al apoyo de los sectores productivos.

Así, formula una política industrial que permita no solo abandonar el lavado de dinero proveniente del narcotráfico, sino también el petróleo y el carbón, algo que permitiría contribuir decisivamente al cumplimiento de los compromisos asumidos por Colombia en materia de cambio climático, evitando llegar al punto de “no retorno” en materia de emisiones de CO2 y facilitando que los mecanismos cíclicos del planeta recuperen su equilibrio.

Además, para mejorar la equidad se propone industrializar la agricultura, manufacturas y servicios (turismo), a fin de permitir a los productores pequeños y medianos manejarla, apoyándose en energías limpias (como la solar), así como ir cerrando la brecha digital social por medio de un incremento en la conectividad, en la “alfabetización digital” y en la presencia activa del Estado en la economía.

Para Petro el COVID demostró dramáticamente que no se puede dejar que el mercado funcione sin regulaciones: “Hay que regularlo porque el mercado es un asignado eficiente de recursos siempre y cuando respete la naturaleza y la vida humana. Debe mantenerse entonces un equilibrio tanto con la naturaleza como con la dignidad de los trabajadores, pues de lo contrario se destruye la vida”.

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