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Fidel y su Habana

25 de noviembre de 2019

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No nació en la capital pero hizo aquí sus estudios universitarios en abogacía. En la Universidad de la gran escalinata, no solo se graduó de doctor en Derecho, sino que, como reconociera varias veces, formó su conciencia revolucionaria, la que le ayudó a emprender la lucha que lo trajo nuevamente a la capital el 8 de enero de 1959, con la Revolución triunfante en sus hombros.
Desde ese primer año, La Habana fue sede, en uno u otro espacio, de la presencia del Comandante, de sus discursos, sus recorridos, su perenne estar junto al pueblo.
Las imágenes de fotos, filmaciones y otras, durante sus casi 60 años de andar y vivir junto a La Habana, constituyen el más rico testimonio de quién fue Fidel y cómo vivió y vibró al unísono con la capital de todos los cubanos, en cada uno de los miles de momentos donde millones de personas lo aclamaron en la Plaza, o lo acompañaron en la inauguración de una obra, o, se le vio junto al eterno Eusebio Leal, en sus frecuentes visitas a esa maravilla en que se fue convirtiendo La Habana Vieja, cuna patrimonial y símbolo de fortaleza y perseverancia por parte de quienes, en medio de las peores dificultades económicas, nunca renunciaron a seguir haciendo de «La Habana, lo más grande».
Fidel, que ahora cumple tres años de no estar físicamente entre nosotros, fue siempre un hijo de Cuba. Su obra se empinó por las montañas orientales —en su querida Sierra Maestra—, por los mogotes de Pinar del Río o en el heroico Escambray, donde sus abnegados habitantes fueron capaces de derrotar a los grupos contrarrevolucionarios financiados y dirigidos por Estados Unidos.
Emprendió planes hidráulicos de gran envergadura a partir de aquella triste experiencia de los primeros años cuando el ciclón Flora acabó con la vida de cientos de cubanos y los torrentes de agua anegaron y destruyeron las cosechas, las viviendas campesinas y las incipientes construcciones que se levantaban a favor del desarrollo rural.
Fidel, desde su puesto de dirección en La Habana, dirigió las grandes batallas internacionalistas donde combatieron miles de cubanos en Angola. Y triunfó en todas ellas. Angola fue libre, Namibia fue liberada y el horroroso sistema de segregación racial del apartheid fue abolido.
A La Habana, el líder convocó a los jóvenes de todo el mundo que asistieron a dos festivales mundiales de la juventud y los estudiantes. También a dignatarios de todo el planeta que se reunieron aquí en dos citas cumbres del Movimiento de Países No Alineados.
Fue, junto a Chávez, el creador de la tan necesaria organización latinoamericana, el ALBA, donde la solidaridad humana es la principal bandera que se ha levantado a favor de los pueblos.
Fidel, desde la capital, concibió lo necesario de un programa de construcción de nuevo tipo, para acelerar las grandes obras viales, industriales, y otras. Para ese fin creó el Contingente Blas Roca, al que visitaba casi a diario, chequeaba su trabajo e inspiraba con su ejemplo cotidiano, la consagración de miles de hombres que formaron parte de esa vanguardia constructiva y revolucionaria.
Fidel compartió en La Habana, con intelectuales nacionales y foráneos. Siempre estuvo presente en los plenos y congresos de los periodistas. Creó programas como la Mesa Redonda, espacio que ha traspasado lo meramente informativo y se ha convertido en una gran reflexión colectiva sobre cada uno de los problemas locales e internacionales, para que el pueblo siempre esté lo más informado posible, como partícipe activo de la obra grande que es la Revolución.
A Fidel, en lo físico, lo despedimos hace tres años, cuando emprendió camino a la inmortalidad. Lo acompañaba el llanto pero también la convicción de todo un pueblo que se sabe identificado con sus ideas y que hoy hace de ellas el baluarte de la continuidad.

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