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Fábula del tiburón y las sardinas

29 de enero de 2024

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En los anales de la más preciada y reconocida literatura antimperialista y antintervencionista de América Latina se encuentra necesariamente la recordada “Fábula del tiburón y las sardinas” que el ex presidente de Guatemala, Juan José Arévalo, legó a sus contemporáneos y continuadores como un testimonio vívido del infame fenómeno que tuvo la posibilidad de sufrir desde sus adentros y desde los más complicados y tenebrosos entresijos.

No olvidar que estamos hablando de los finales de la década de los 40 y principios de los 50 del pasado siglo, cuando el yugo imperialista yanqui apretaba y asfixiaba con toda su furia la región y era perseguida implacable cualquier idea de simple  independencia o soberanía contra la Doctrina Monroe, lejos de aceptar la teoría del “patio trasero” que prevalecía inclemente so pena de la más brutal intervención a quienes no obedecieran.

Esa es, en síntesis,, la tragedia latinoamericana que Arévalo recogió en su leída y popularizada fábula, teniendo la virtud de ser un precursor en ese tipo de denuncia que después otros autores y víctimas continuaron sacando a la luz.

En todo eso pensábamos cuando conocíamos las mas recientes informaciones sobre Guatemala y el azaroso proceso hasta llegar a la toma de posesión presidencial del candidato ganador Bernardo Arévalo, -hijo del ex presidente,- elegido en segunda vuelta por abrumadora mayoría electoral.

Tras sobreponerse a innumerables zancadillas, trampas y presiones de todo tipo, el candidato del movimiento Semilla no solo asumió la presidencia del país sino que logró asimismo la mayoría parlamentaria, que le fue disputada hasta el último momento.

Harto sospechosa ha sido la sucia maniobra de la oposición oligárquica para impedir el ascenso de Arévalo y sus seguidores, junto al notable apoyo de los pueblos indígenas sumidos hasta hoy en el peldaño más bajo de la escala social guatemalteca.

Todo indica que podrá haber cambios en el rumbo de la sociedad y de sus expresiones tanto políticas como económicas y también judiciales. Muchas de las cuales intentaron desconocer el triunfo de Arévalo en las urnas, especialmente la Fiscal de la nación.

El Tribunal Supremo Electoral y la Corte Constitucional, sin embargo, validaron el resultado electoral en las dos vueltas y así lo acataron y reconocieron, desconociendo los argumentos de los sectores golpistas y la extrema derecha, a los que parecía adherirse el gobierno saliente.

Salvados los primeros obstáculos, en un país plagado por la corrupción y una elevada deuda social, los pasos del nuevo presidente deberán ser cuidadosos, alertas y movilizadores de sus propias fuerzas.

Tendrá que actuar con decisión y lucidez a la vez para que el tiburón no vuelva a comerse a las sardinas y se prolonguen los infortunios de Guatemala.

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