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Evo, eternamente

29 de septiembre de 2015

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Mientras decenas de miles de personas marchaban en las calles de La Paz contra los intentos de desestabilización de la derecha al gobierno de Evo Morales, el Parlamento aprobaba un proyecto de ley presentado por sindicatos de obreros, cocaleros e indígenas para una nueva reelección del Presidente por cinco años más (2020-2025), que ahora debe ser sometido a referendo para su asentimiento o rechazo.
Así, las masas subrayan la necesidad de defender el proceso democrático y revolucionario que vive Bolivia, como los otros que tienen lugar en Brasil, Ecuador, Uruguay, Venezuela y, por supuesto, Cuba.
En este sentido, Evo denunció que “las oligarquías imperialistas y monarquías” intentan dominar y explotar a los pueblos de la región, pero, destacó, “ahora son otros tiempos”, e indicó que la normalización de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que su gobierno impulsa, se concretará en el marco de un escenario sin injerencia extranjera, debido a que las “oligarquías siempre tratarán de conspirar contra la libertad de nuestros pueblos”.
El principal sindicato del país, la Central Obrera Boliviana (COB), ya había señalado “la importancia de modificar de manera parcial el artículo 168 de la Constitución Política del Estado, para que el compañero Evo, el compañero Álvaro (García, el vicepresidente) tengan esa autoridad (permiso) para ir a las elecciones”.
Morales ganó los comicios para su primera gestión del 2006 al 2010 con 54% de los votos, fue reelegido con 64% para el período 2010-2015 y obtuvo 61% para la gestión 2015-2020.
La oposición afirma que el gobernante forzó el tercer mandato, pues la actual Constitución boliviana, aprobada en el 2009 con su apoyo, solo admite una reelección consecutiva, pero el Tribunal Constitucional resolvió que la primera gestión de Morales comenzó en el 2010, desestimando el período previo (2006-2010) porque estaba vigente la anterior Carta Magna.
Tras versiones de que los sindicatos aspirarían habilitar a Morales para gobernar hasta 2030 o incluso de manera vitalicia, el líder de los campesinos, Feliciano Vegamonte, aclaró a la AFP que “sólo se está planteando la reelección por una nueva gestión, 2020-2025”.
De todas maneras, es un gobierno con el primer presidente indígena, quien tiene indiscutiblemente un enorme respaldo y genera por mucho aquellas ideas revolucionarias incipientes del 10 de marzo de 1952, cuando los mineros depusieron a un régimen proimperialista, el mismo día que otro asumía en Cuba mediante un golpe de Estado militar.
Pero el proceso revolucionario fue frustrado en Bolivia por una exigua minoría opulenta, que oprimía y negaba sus derechos humanos básicos a aimaras, quechuas, guaraníes y otros pueblos originarios que forman la mayor parte de la población.
Mucho menos les reconocía sus derechos colectivos a la identidad cultural, la autonomía y el territorio; el 90% de la población rural vivía en la pobreza y el país disputaba a Haití y Honduras el peor desempeño en la región por su índice de desarrollo humano.
Las empresas públicas creadas por la revolución de 1952 fueron privatizadas a precio de remate en cumplimiento de las directivas de Washington, mediante disposiciones anticonstitucionales y escandalosos negocios armados entre la oligarquía y las transnacionales.
Recuerda el especialista cubano Ángel Guerra que solo el presidente neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-97; 2002-03) hizo una fortuna superior a los 250 millones de dólares a expensas de las privatizaciones, el desempleo ocasionado por estas a decenas de miles de trabajadores, la entrega de los recursos naturales y la soberanía nacional y la sangrienta represión contra los movimientos que rechazaban estas políticas.
Sánchez de Lozada y su sucesor fueron derrocados por rebeliones de los pueblos indios e interculturales, que en el 2005 lograron alzar a la presidencia a uno de los suyos, el aymará Evo Morales, con un alud de votos. Entonces se inició la profunda trasformación social que vive hoy Bolivia, desafiando los ataques de la oligarquía y del imperialismo.
Evo convocó a la Asamblea Constituyente, que permitió proclamar la nueva Constitución y el nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia y, con esa arma jurídica, logró el rescate de los recursos naturales, además de erradicar el analfabetismo, hacer crecer su economía a un promedio anual de cerca del 5%, sextuplicar sus reservas internacionales de divisas y duplicar el Producto Interno Bruto por habitante.
Extendió considerablemente los servicios de salud a millones que no los recibían, abrió miles de escuelas y fortaleció la solidaridad y la integración regional.
Por eso no es fortuito que el gobierno de Bush hiciera todo lo posible por impedir la llegada de Evo a la presidencia, ni que Washington, también con Obama, haya mantenido una persistente política subversiva para derrocarlo, al extremo de que el estado mayor de la contrarrevolución llegó a radicar en la embajada de Estados Unidos en La Paz.
Les molesta este Evo antimperialista, líder eterno de los pueblos indios y no indios, quien con brillo propio construye una nación en armonía con la naturaleza.

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