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Etiopía amenazada

18 de noviembre de 2021

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La fragmentación étnica, generalmente apoyada por trazados fronterizos arbitrarios y antinaturales encaminados a proteger y consagrar a los viejos intereses de los poderes coloniales, ha sido una de las herramientas preferidas y más frecuentemente utilizadas por el neocolonialismo para impedir la integridad territorial de África, la cohesión interna y la formación de una sólida nacionalidad dentro de los más de 50 estados que la componen.

Una necesidad del imperialismo norteamericano y de esos antiguos poderes coloniales europeos para proseguir la explotación y el saqueo de aquellas tierras y aquellos pueblos secularmente depredados es profundizar la división y la confrontación entre esos países. –unos con otros– y también internamente hasta provocar los golpes de estado y las guerras civiles, tras las cuales se aprecian claramente las manos extrañas que desde afuera mueven los hilos de la traición, la conspiración y el engaño, rodeando a cada una de esas constantes situaciones que impiden la paz, frustran la soberanía y alejan el desarrollo económico y social.

No puede decirse que los pueblos africanos y muchos de sus líderes más honestos, lúcidos y sabios –como Patricia Lumumba, por ejemplo– no hayan luchado denodadamente contra esos males y algunos hayan ofrendado hasta su vida en ello, no puede decirse que no se hayan alcanzado en ese camino logros como la antigua Organización para la Unidad Africana (OUA) y su sucesora, la actual Unión Africana, pero evidentemente no ha sido aún suficiente para que África se vea sustancialmente liberada de los vicios y flagelos que el colonialismo la llevó y el neocolonialismo le mantiene, con los mismos propósitos de dominación en ambas etapas.

Tampoco fue suficiente haber puesto fin al odioso régimen racista del apartheid ni al colonialismo portugués y la liberación de Namibia. Esos acontecimientos vinieron acompañados por la desintegración de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, que eran espacios de colaboración generosa y útil –sin explotación ni saqueo– que permitían a los países de África avanzar con soberanía hacia el desarrollo. Hoy la estrecha cooperación con China Popular trata de compensar esas carencias para seguir avanzando.

Las amenazas actuales y las agresiones contra la República Federativa de Etiopía –extenso, estratégico e importante país africano– sede de la Unión Africana, muestran de modo transparente las intenciones imperialistas y neocolonialistas a que nos referimos. Es la forma de aprovecharse de un viejo conflicto étnico para no procurar ni contribuir a su solución, sino usarlo como pretexto para la desintegración de un país y el derrocamiento de un gobierno que comienza a ser incómodo, por sus posiciones independientes y soberanas, porque no se somete a los dictados del vigente orden capitalista mundial.

Para los países africanos, la defensa de Etiopía y de su integridad territorial se convierte en otra prueba de fuego, donde esta vez nuevamente se intenta utilizar a un conflicto étnico de carácter interno para propiciar la intervención extranjera y destrozar a un país que ha encaminado con esfuerzo y decisión la senda del desarrollo.

El destino de Etiopía está en juego.

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