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Espiando a la socia

16 de julio de 2014

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En esto del espionaje, la seguridad norteamericana tiene montado todo un andamiaje de locura, viendo fantasmas donde no los hay, inventando otros para beneficiar económicamente a sus empresas en detrimento de las de sus aliados; e inmiscuyéndose en la privacidad de las personas, no importa quienes sean.
Así se pudiera enmarcar el espionaje de muchos años a la canciller alemana, Ángela Merkel, algo que pudiera parecer increíble, por lo que representa esa dirigente a la derecha en el contexto mundial y como cabeza principal en el escenario europeo capitalista.
En el más reciente caso, las autoridades detuvieron a un trabajador de los servicios secretos alemanes que vendió más de un centenar de documentos tanto al Consejo Nacional de Seguridad (NSA) de Estados Unidos, como a la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Es decir, es un recurrente espionaje a la Canciller, revelado en el 2013 por el agente norteamericano Edward Snowden y que ha continuado, lo que demuestra la actitud hipócrita del aliado estadounidense y el incumplimiento de las promesas de redención de la Administración norteamericana al efecto en cuanto a su aliada, pero no al resto del mundo.
Por eso es noticia poco común que un estrecho aliado de Estados Unidos como Alemania expulsara a miembros de la CIA en la primera ocasión que se descubrió el espionaje a Merkel, y al jefe de la agencia en Berlín, cuando se halló que tal práctica no había cesado.
“Se trata de un asunto muy serio”, admitió en Beijing la Canciller, durante una rueda de prensa conjunta con el primer ministro chino, Li Keqiang, en la primera referencia personal de la jefa del gobierno germano al más reciente escándalo de espionaje. “Se trata, a mi entender, de una evidente contradicción con lo que considero una cooperación de total confianza entre agencias y países socios”, añadió.
Las drásticas medidas de las expulsiones que fueron practicadas con profusión durante los años turbios de la guerra fría, se podrían convertir en una explosiva bomba de tiempo en las relaciones.
No sería la primera vez que Alemania expulsa a un diplomático estadounidense, ya que lo hizo en 1997, cuando un agente intentó reclutar a un funcionario del Ministerio de Economía.
Las medidas recibieron el apoyo de parlamentarios de la coalición gobernante, que ven con preocupación que el principal aliado trasatlántico de Alemania, además de mentirles, llevó a cabo un sistemático trabajo de espionaje en suelo alemán.
La secretaria general del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Yasmin Fahimi, apoyó las expulsiones, porque demuestra, dijo, que “Alemania es un Estado soberano”, en tanto el ministro de Justicia, Heiko Maas, consideró que “los estadounidenses están llevando a cabo una vigilancia demencial”.
El rechazo a las posteriores explicaciones del gobierno norteamericano está dentro de la politica de Merkel de impedir que en la opinión pública vuelva a nacer la vieja sospecha de la impunidad que goza EE.UU. en Alemania, y en este contexto surgieron varias proposiciones, como la de crear una red de espías alemanes en territorio del aliado y dar luz verde a un viaje del ex agente norteamericano Edward Snowden (de mucha simpatía en Alemania) a Berlín, para que declare ante una comisión parlamentaria.
Independientemente de su actual filiación política de derecha, Ángela Merkel ha mostrado siempre su rechazo al trabajo de los agentes de la CIA y de la Agencia Nacional de Seguridad en su país, por lo que su mano no tembló para decretar la expulsión de los implicados en el espionaje, principalmente a su persona.
Merkel tachó de “pérdida de energía” el espiar a socios cuando hay “enormes problemas” en la actualidad “La guerra fría ha concluido”, las tareas de los servicios secretos en el siglo XXI deben ser otras muy distintas, y lo fundamental es mantener la ‘confianza’ entre aliados que “comparten valores”, añadió.
Algunos analistas consideran que a EE.UU. no le gusta nada que la geopolítica de Europa se “cocine” entre la Unión Europea y Rusia, sin contar con ellos, pero que desconfíe de sus aliados hasta el punto de espiarles es una grave señal de decadencia y, por tanto, de alarma.
A algunos exponentes de la ultraderecha norteamericana la derechista Ángela Merkel no les da confianza, y se basan en ello en que es la primera Canciller que procede de la extinguida República Democrática, donde fue integrante de la Juventud Libre Alemana (comunista), “habla fluidamente el ruso, y se “entiende muy bien” con el presidente de Rusia, Vladimir Putin.

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