ribbon

¿Espejismo?

7 de junio de 2018

|

 

Cuando se firmó el acuerdo de paz entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, parecía que en un mundo en que estallan guerras a diestra y siniestra, generalmente provocadas por la injerencia del imperialismo norteamericano, en territorio colombiano se iba a disfrutar de un verdadero ambiente de tranquilidad.

Y a pesar de continuados incumplimientos oficiales del convenio, asesinatos de líderes sindicales, sociales y ex guerrilleros, a pesar de todo esto, las FARC devino en partido político y surgió cierto espacio en que otras fuerzas progresistas aprovecharon para prepararse a dar la batalla por el poder.

Así, y por primera vez, a pesar del uribismo y otras fuerzas de derecha, de la influencia militar, paramilitar, latifundista y etcéteras de la misma ralea, se vislumbró la esperanza de que la izquierda pudiera ocupar mediante elecciones la Presidencia de la República.

Tergiversaciones, calumnias, campañas mediáticas para subvertir las buenas intenciones, completado con fraude comprobado, pero no admitido por la parafernalia que tiene que controlar el conteo de votos, no pudieron impedir que el izquierdista Gustavo Petro asumiera apretadamente el papel de ir a segunda vuelta ante el contendiente más votado, ayudado por el fraude, Iván Duque, delfín del uribismo, santificado menos abiertamente por la actual gobernanza

Encuestas que dieron una vuelta de 360 grados cuando se acercaron los comicios y millonaria repartición de dinero no fueron suficientes para que Duque ganara la Presidencia en la primera vuelta, al no lograr la mitad más uno de los votos, quedándose en poco más del 39%.

Petro logró un 25% de los sufragios, un poco más que el 23 del centrista y socialdemócrata Sergio Fajardo, por lo que se pensó que pudiera dar la esperanza de la victoria popular en segunda vuelta, pero, creo, la ambición de llegar a la presidencia en un futuro, nubló su entendimiento, y recomendó votar en blanco, dándole más chances de victoria a Duque.

Cierto que este empujón hacia arriba de las fuerzas progresistas y la posibilidad de llegar a la presidencia parecía impensable, si conocemos el panorama político colombiano de más de 50 años de guerra, tiempo en el que se afianzó el latifundismo, el narcotráfico y la injerencia militar norteamericana, bajo el pretexto del combate a las drogas.

En medio de ello habla de la posibilidad de un nuevo país que podría surgir a raíz de estos comicios, que tendrán su segunda y final etapa el próximo día 17.

Repito, la no total unión de las fuerzas consideradas progresistas facilita el camino a la derecha, que ya acumuló votos en la primera etapa mediante el fraude y tiene todos los factores a su favor para repetirlo.

A la manera oficial, es un país sin violencia política, pero ésta continúa de otra forma, porque los muertos, heridos y expulsados de sus tierras son ex guerrilleros, campesinos y líderes populares, no militares ni paramilitares.

Como dijo el coordinador oficial del acuerdo con las FARC, el liberal y ex candidato presidencial, Humberto de la Calle, no hay ni un solo militar convaleciente de herida en los hospitales, al tiempo que exigía que se respetara la paz firmada para poner fin a más de 50 años de guerra.

De todas maneras, el nuevo mandatario que salga de estos comicios encontrará a un país con menos violencia política, pero aquejado por los flagelos históricos de la corrupción, la desigualdad, el crimen organizado, la delincuencia común, el clientelismo o la brecha entre las ciudades y el campo.

De vencer Petro, como quisieran los hombres de buena voluntad, siempre encontrará un enorme panorama adverso, pero sería un indicio de que la justicia pudiera llegar a tratar de ejercerse en la sufrida nación.

Pero, si prevalece la campaña del miedo contra el líder de izquierda, mantenida junto a la reiterada compra de votos y manejo espurio de las boletas, con la aquiescencia oficial, el camino hacia el poder estará expedito para Duque, quien ha desarrollado una campaña montado en el idílico potro de la anticorrupción, cuando sus amos rompen el “corruptómetro”, por así decirlo, y la esperanza de que haya paz verdadera se convertiría en un espejismo.

Comentarios