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Ese es Trump, no asustarse de nada

16 de noviembre de 2020

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Pudo haber ganado Trump —hasta eso puede pasar en Estados Unidos— pero todo hace indicar que al magnate-presidente le quedan solo días en la Casa Blanca.

Sin embargo, estoy convencido que estas elecciones pasarán a la historia, más que por la derrota del republicano a manos del demócrata Joe Biden, por lo absurdo que se hace sentir en lo mediático y la manera vergonzosa en que Trump ha asumido la derrota.

Que el sistema electoral en Estados Unidos sea lo menos democrático que se pueda imaginar, no es algo nuevo. Que el voto popular no determine al vencedor, pareciera un chiste pero es la pura realidad. Que un presidente diga que hay fraude y no demuestre una sola prueba a su favor, es como un pataleo errático en medio del desespero causado por el fracaso.

Trump se dedicó durante cuatro años como presidente a «fabricarse» su propia urna, donde no solo cupiera él, sino también su ego, su desprecio hacia los demás, y, muy importante, su manera poco ética y nada seria, de conducir los destinos de esa gran nación.

Sembró odio en la población estadounidense. Con su manera de presentarse como el gran «salvador» del país, y la forma burda de mentir todos los días sobre realizaciones que existen, lo han convertido en un personaje nada confiable.

Pero lo peor de todo es que más de 70 millones de estadounidenses hayan votado por él. Que en sus mítines pre y pos electorales, cientos, miles y quizás más personas levantaran la bandera del país, la foto del presidente y repitieran como papagayos que fue «vencedor».

Parece que a esas personas no les interese para nada, por poner un solo ejemplo, la manera despreciable con que el republicano condujo la pandemia del coronavirus que ha convertido a Estados Unidos en un país fallido, con más de 11 millones de contagiados y 245 000 fallecidos.

Y Trump, aun cuando ya se sabe perdido, sigue apostando a ignorar la pandemia, repitiendo el nombre de «virus chino» y haciendo imposible la asignación de recursos necesarios ante el colapso de un sistema de salud totalmente vulnerable.

Mintió a sus conciudadanos cuando se adelantó —con fines electorales— a anunciar una vacuna salvadora que estaría lista antes de los comicios del 3 de noviembre.

Fue un engaño más y se han encargado de decirlo los científicos y hasta las empresas empeñadas en buscar esa fórmula contra la pandemia.

Las palabras del mandatario eran todo lo contrario a lo expresado un día antes, por el doctor Anthony Fauci, la principal autoridad en enfermedades infecciosas del país, quien llamó a redoblar los esfuerzos ante el aumento de los casos porque una vacuna efectiva, dijo, no iba a estar disponible de forma inmediata.

Mientras, Tom Frieden, exdirector de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), consideró que la nación atraviesa una «temporada peligrosa», mientras el corresponsal médico de CNN, Sanjay Gupta, calificó la situación como un «desastre humanitario», de acuerdo con la propia cadena televisiva.

Lo real es que mientras el todavía presidente —lo será hasta el 20 de enero próximo— se aferra a no abandonar la Casa Blanca y dirige al país más desarrollado del mundo a través de twitter, la otra lamentable verdad es que de los más de 53 millones de personas contagiadas con la Covid-19 en el mundo, casi 11 millones son habitantes de Estados Unidos, alrededor de un 20% del total global, en una nación que solo representa el 4% de la población del planeta.

Y habría que agregar algo más: un verdadero retrato de quién es Donald Trump y quiénes sus más cercanos asistentes, se puede constatar en el hecho de que en la propia Casa Blanca, más de 200 seguidores del presidente, han dado positivo a la Covid-19, luego de haberse contagiado durante una actividad festiva para «celebrar la victoria electoral de Trump»…

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