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Es tiempo de salvar la izquierda

19 de agosto de 2025

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El ascenso de la derecha boliviana en las elecciones de este fin de semana, estuvo macado, tanto por la situación económica y social del país, como por los tropiezos de una izquierda que en los últimos tiempos se ha desgastado en disputas internas dentro de la más importante de las agrupaciones políticas, el Movimiento al Socialismo (MAS), que había llegado a la cima desde el año 2006, con un extraordinario apoyo popular.

Este domingo, el centro derechista Rodrigo Paz, del Partido Demócrata Cristiano, obtuvo el 32,8% de los votos en la primera vuelta por la Presidencia de Bolivia y disputará una segunda vuelta contra el derechista liberal y expresidente Jorge Quiroga, que obtuvo el 26,4%.

Esto quiere decir que entre ambos contendientes se decidirá el venidero 19 de octubre, quién será el nuevo mandatario boliviano y que peso tendrán las agrupaciones que lo han denominado, en el presente y futuro del país.

A la izquierda, mientras tanto, le queda la autocrítica, el replanteo de estrategias, y la convicción de que todo lo que vaya contra la unidad de las fuerzas progresistas, solo conduce a la fractura de sus agrupaciones.

En Bolivia, como ha ocurrido en otros países de Sudamérica, cuando la izquierda ha estado en el poder, la falta de unidad y desacuerdos internos, se han unido a factores económicos y sociales, colapsando la continuidad.

La inflación, baja de precios de las materias primas y otros que han disminuido la capacidad productiva, junto a los prolongados años de pandemia, la emigración de una importante cantidad de fuerza productiva, han hecho mella en proyectos sociales que han quedado inconclusos.

Ya son varios los gobiernos de izquierda en los que el desacuerdo entre sus líderes ha conducido a que intereses y maneras personales de conducir, se pongan por encima de la necesaria, urgente y vital unidad.

Y es que la unidad no puede quedarse en el llamado o en la consigna, sino reflejarse en principios que la sustenten y en valores que se defiendan a toda costa.

Es la única valía ante los embates de una derecha que, si algo sabe hacer, es aprovechar las brechas divisionistas de sus adversarios y a través de promesas que luego no se hacen realidad, convencer a una parte del electorado que vive la incertidumbre de a quién favorecer con el voto.

La izquierda latinoamericana debe pasar a una ofensiva en la ética y en los principios y valores que la sustentan, de manera que sus bases se vean representadas, no como actores pasivos, sino como componentes básicos para proyectar y consolidar conquistas.

E, incluso, esta izquierda debe hacer uso de la autocrítica como arma política para ser ejemplo ante sus seguidores.

Solo así, pudieran tener explicaciones convincentes las derrotas electorales de la izquierda, en países como Argentina y ahora en Bolivia.

Es muy complicado poder explicar de otra forma, cómo en Argentina, haya llegado a la Casa Rosada, con el voto de una buena parte de la población, un Javier Milei, acompañado con una motosierra que, aseguró muchísimas veces, la usaría para talar al Estado y sus instituciones sociales, y llevar al país al modelo neoliberal ya practicado en los años de Mauricio Macri.

¿Qué le ha faltado a esa izquierda, que, en los dos ejemplos, ya han estado en el poder y construían proyectos en beneficio de su pueblo, y, a la hora del voto, no obtuvieron los suficientes SI como para dar continuidad a esa obra?

La respuesta, solo le corresponde a los argentinos y a los bolivianos, pero los elementos adversos y nocivos de la falta de unidad en la conducción de un proyecto y un país, han servido de aliciente para que otros ejemplos adversos sigan proliferando, allí donde solo la unidad, es la bandera que los llevara al triunfo.

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