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Entrega total

28 de septiembre de 2018

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Ni corto ni perezoso, Iván Duque ha estado cumpliendo las órdenes emanadas desde Estados Unidos desde que asumió la Presidencia de Colombia, especialmente en la guerra no declarada contra Venezuela, en la que dio el visto bueno a los preparativos que llevaron al fallido atentado con drones –el primero de este tipo a nivel mundial– para asesinar al presidente Nicolás Maduro y a la jefatura militar que le acompañaba en un masivo desfile.

Asimismo, ha estado encabezando la campaña de la Organización de Estados Americanos para una intervención en Venezuela, esgrimiendo el falso pretexto de la ayuda humanitaria a millones de refugiados venezolanos, cuando en la propia Colombia dejan morir a miles de colombianos desamparados por catástrofes naturales, la desidia oficial y la acción depredadora de paramilitares y ejércitos mercenarios al servicio de latifundistas y en estrecha connivencia con la mafia del narcotráfico.

Precisamente este es el causante de muertes por choques de grupos rivales, en un loco afán de eliminar a todo lo que les pueda estorbar.

Así, se puede comprender una política oficial que tiene en su trasfondo el mantenimiento y fortalecimiento del latifundismo y el narcotráfico, y a causa de ello, la corrupción que permea a todos los sectores políticos y jurídicos,

Duque se dedica a la continuidad y profundización de las relaciones con Estados Unidos, manifestando su plena alineación con las definiciones de política internacional y la dependencia del sector externo de la economía, tras seis años de firmado el Tratado de Libre Comercio.

Cuenta con el apoyo irrestricto en el Congreso del Centro Democrático y del Partido Conservador, y ha pactado con el Partido Liberal, el Partido de la U-Cambio Radical y los dos partidos evangélicos (neo-pentecostales), Mira y Colombia Justa Libre, para lograr mayorías simples o calificadas a fin de desarrollar sus planes de gobierno, así como los posibles cambios constitucionales para reformar la justicia o los acuerdos de paz.

Una situación que le lleva a tener un gobierno de coalición con las fuerzas que apoyaron a Santos durante los últimos ocho años. Es decir, se vuelve a configurar la alianza de partidos que gobernó entre el 2002 y el 2010 con Álvaro Uribe como cabeza, con algunas diferencias o matices destacables.

Estos tienen que ver, por un lado, con el cambio de escenario político después de los acuerdos de paz y, por otro, con los claros distanciamientos en materia de derechos humanos de algunos congresistas liberales y santistas. En efecto, el presidente Duque no tendrá una coalición homogénea en materia de paz, justicia y derechos humanos, aunque sí coincidente en los asuntos de relaciones internacionales y del modelo económico.

Esa alianza alrededor de Duque es maleable y representa el continuismo. Durante el primer año de mandato, el presidente tendrá la iniciativa parlamentaria por tener la presidencia de la Cámara y Senado; en los años siguientes la tendrán el Partido de la U, el Partido Liberal y Cambio Radical, aunque desde ya se ve obligado a negociar con ellos para el desarrollo de su plan de gobierno.

La alianza de la derecha política se fortalecerá en la medida en que Duque distribuya la administración de los recursos del Estado a sus aliados en las entidades descentralizadas e incluya en los presupuestos nacionales la suma de proyectos de interés electoral para los senadores y diputados, en especial, porque el 2019 es año de elecciones para gobernadores, alcaldes, diputados departamentales y concejales.

Todo lo anterior tiene en cuenta que por primera vez las fuerzas progresistas demostraron que podían enfrentar a la reacción en los comicios de cualquier tipo, aunque siempre penderá la amenaza del irrespeto del voto.

Pero lo primordial para Duque 00es seguir las órdenes emanadas de Estados Unidos para tratar de derrocar al Gobierno Bolivariano y elk mantenimiento de un Plan Colombia que, al revés de lo que decía que se proponía, ha hecho aumentar el cultivo de la coca y el fortalecimiento del narcotráfico.

Todo ello bajo la presencia de un número indeterminado de militares norteamericanos que manejan siete bases en el país, donde actúan y ejecutan impunemente abusos contra la población civil, principalmente niñas y mujeres.

En fin, con Duque se está llevando a cabo una profundización de las políticas neoliberales, en el marco de presiones externas en la economía por los vaivenes de la política proteccionista de los EE.UU. Así cuenta con una alianza de gobierno reaccionaria que le ofrece respaldo, aunque condicionado a la negociación del presupuesto nacional, proyectos de interés de senadores y diputados de las bancadas de derecha y, en especial, por las demandas y necesidades del senador Álvaro Uribe.

El cumplimiento del acuerdo de paz está cada vez más en riesgo, el proceso de paz con el ELN está en un riesgoso paréntesis y el sometimiento de los grupos narcotraficantes está aún lejos de concretarse y, por el contrario, siguen gozando cada vez más de buena salud.

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