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Entre el miedo y la incertidumbre

24 de abril de 2020

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Hace unas horas, la Universidad Johns Hopkins reportó que hasta la mañana del jueves 23 de abril ascendía a 47 377 las muertes de los 845 580 casos de coronavirus en Estados Unidos, sin contarse más de 4 000 enterrados en fosas comunes y otros cientos que se hallan en camiones refrigerados usados como morgues en la isla neoyorquina de Randall.
Podría decirse que la COVID-19, la enfermedad que causa el coronavirus, es la principal causa de muerte en Estados Unidos en este momento, y, según “The New York Times”, el virus ha causado el fallecimiento de más de 1800 estadounidenses casi a diario desde el 7 de abril y es posible que la cifra oficial sea una subestimación de la real.
En contraste, las enfermedades cardíacas suelen causar 1774 muertes al día en Estados Unidos, mientras que el cáncer provoca 1641.
Es cierto, las curvas del coronavirus se están estabilizando. En Nueva York, el epicentro de la epidemia, menos personas están siendo ingresadas a los hospitales y hay menos pacientes con la COVID-19 en las unidades de cuidados intensivos. El total diario de víctimas aún es desalentador, pero ya no va en aumento.
El modelo epidemiológico citado a menudo por la Casa Blanca, que fue producido por el Instituto de Medición y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington sólo se refiere a la primera ola de la pandemia y trata de disminuir la responsabilidad del mandatario, por haber tomado tardíamente algunas medidas sobre el particular.
Además, no explica que, sin una vacuna, se espera que el virus circule durante años y que la cifra de muertes aumentará con el tiempo.
El plan de reapertura “gradual” que expuso la Casa Blanca sin duda incrementará el número de víctimas, sin importar cuán cuidadosa sea su implementación.
Las proyecciones confiables a largo plazo de cuántos estadounidenses morirán varían, pero todas son sombrías. Varios expertos consultados en marzo por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) predijeron que el virus eventualmente podía llegar a entre el 48% y el 65% de los norteamericanos, y mataría a unos 1,7 millones personas, si no se hiciera nada para evitar la propagación.
Nadie conoce el porcentaje exacto de norteamericanos que se ha contagiado hasta ahora, pero es probable que al menos 300 millones son vulnerables.
Hasta que surja una vacuna, o alguna otra medida de protección, los epidemiólogos coinciden en que no hay manera de que todas esas personas salgan a las calles de manera segura. Si los estadounidenses regresan a la fuerza, todo parecerá tranquilo durante unas tres semanas.Luego, las salas de emergencia volverán a estar ocupadas.
Incluso las pautas de “Abriendo América otra vez” que Trump presentó demagógicamente con fines electorales el 16 de abril, tienen tres niveles de distanciamiento social, y se recomienda que los estadounidenses vulnerables permanezcan ocultos. Respalda las pruebas, el aislamiento y el rastreo de contactos, pero no especifica cómo se pagarán esas medidas ni cuánto tiempo llevará implementarlas.
Un día después, el 17, nada de eso impidió que el presidente contradijera su propio mensaje, al publicar tuits que alentaban a los manifestantes de Michigan, Minnesota y Virginia a pelear contra los cierres de sus estados.

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