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Entre canas, arrugas e inconsistencia

28 de agosto de 2014

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Cuando Barack Obama hizo su primera campaña para alcanzar la presidencia de Estados Unidos, su rostro y su pelo eran muy diferentes al actual. Aquél político que se lanzaba a la carga electoral con un discurso lleno de buenas intenciones, todavía no exhibía canas en su cabeza ni arrugas en su cara.
Pero hoy, ese Obama es otro.  No es nada fácil hacerse cargo de la Casa Blanca norteamericana, podría argumentar el avejentado mandatario.
La herencia de los frentes de guerra abiertos por su antecesor George W. Bush; la falta de una agenda internacional creíble; la inconsistencia en muchas de sus decisiones encaminadas a acabar con conflictos que nunca terminaron; entre otras, pueden relacionarse con la incertidumbre actual del Presidente y de los propios Estados Unidos.
Por ejemplo: Obama no acaba de cerrar el frente de guerra de Afganistán, abierto por Bush pero llamado como “mi guerra” por el actual gobernante. En Libia no da pie con bola para tratar de hacer gobernable a esa nación que decidió bombardear y matar a su presidente. En Irak se retiró y volvió, y ahora trata de resolver una situación crítica con bombardeos que están muy lejos de liquidar a  los terroristas del Estado Islámico de Irak; y, en Siria, financia a la oposición, que es igual a criar cuervos, que también los quiere castigar pero sin contar con el gobierno legítimo de ese país.
Por si esto fuera poco, tiene abierto otro foco de conflicto en Ucrania; y aunque hasta ahora solo se trata de sanciones económicas a Rusia por considerarla responsable de lo que Occidente aupó en Kiev, es un tema que aporta canas y arrugas al mandatario norteamericano.
Por supuesto, la implicación de Siria a la hora de debatir y decidir una política coherente para combatir y arrancar de raíz el terrorismo encabezado por los grupos de Al Qaeda y del Estado Islámico que operan y controlan buena parte de Irak y Siria, hace imprescindible que se cuente con el gobierno de Bashar al Assad, presidente reelecto con el voto popular mayoritario muy recientemente. Y es ese precisamente el punto donde Washington no quiere dar su brazo a torcer.
El propio presidente Obama, en sus más recientes declaraciones ha decidido mandar aviones de observación sobre territorio sirio para ubicar la presencia de los efectivos terroristas y no descarta el uso de bombarderos —como en Irak— para eliminar esos grupos.
El asunto es que tanto el mandatario como sus asesores, voceros y ministro de guerra, han dicho que para tales acciones no contarían con el presidente al Assad, lo que significa una abierta y total violación de la soberanía siria y de las normas del derecho internacional.
Es inexplicable cómo, a estas alturas cuando dos países del Oriente Medio —Irak y Siria— están siendo agredidos y ocupados por grupos terroristas, y que el gobierno de Damasco, ya declaró que está listo para coordinar acciones internacionales encaminadas a acabar con el terrorismo en su país, un presidente, por demás bastante responsable de todo el actual desorden en esa región, ponga la arrogancia por encima de la razón y haga de la prepotencia su arma fundamental para hacer y deshacer en cualquier parte del planeta.
Sobre este tema, el canciller ruso Serguei Lavrov acaba de declarar que las naciones occidentales se han negado durante mucho tiempo a condenar a los terroristas enemigos de Assad y sólo ahora han llegado a comprender el peligro que suponía el grupo Estado Islámico. “En Occidente tendrán que escoger entre lo que es más importante: cambiar el régimen y satisfacer las antipatías personales con el riesgo de que la situación se hunda o encontrar una fórmula pragmática para unir esfuerzos contra la común amenaza, que es la misma para todos nosotros: el terrorismo”.
Los responsables norteamericanos señalan que no tienen ninguna intención de pedir autorización a las autoridades sirias para sobrevolar su territorio o coordinar sus ataques contra el Estado Islámico de Irak, con las autoridades sirias, como pide Damasco.
El desenlace de esta situación no permite mucho más tiempo y parece haber llegado la hora de coordinar acciones conjuntas, respetar soberanías y dejar de usar las amenazas y la prepotencia. Eso debe hacer Obama.

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