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Enriquecer de la miseria

4 de abril de 2016

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En diversas ocasiones he tenido el disgusto de escuchar a algunos cubanos que abandonaron su Patria para marchar a Estados Unidos, asegurar que en el país más poderoso del mundo hay empleo para todos, y el que no lo consigue es un vago, porque así quiere ser.
Pero, independientemente que a esos cubanos se les concede privilegios que no tienen emigrados de otras naciones, admiten que deben tener más de un empleo para sobrevivir, y algunos que pueden vivir de sus rentas, relatan que han tenido que “romperse el lomo”, no obstante graduarse en universidades norteamericanas.
Cierto, hay una mafia millonaria que ha vivido toda su vida de la contrarrevolución, con cargos legislativos y una enorme influencia en círculos políticos y económico-financieros.
Todo lo anterior no oculta que dentro del propio Estados Unidos, para no ampliar demasiado, ha tenido gran influencia aquella política preconizada por el presidente Ronald Reagan, acerca de la conveniencia de crear más ricos y lograr que cada vez haya más pobres.
Parece esto algo difícil de creer que se esgrima una campaña presidencial con esa creencia, pero sí lo hizo Reagan en 1979: “La economía de Estados Unidos no funciona, porque los ricos no son suficientemente ricos, y los pobres no son suficientemente pobres.
Es decir, tenía que haber más desigualdad y brecha social, y para ello puso en práctica un plan para destruir el Estado, al que calificaba de lastre para la economía… de los privilegiados, por supuesto.
Ello ha hecho que, no obstante tener hoy un presidente negro, por primera vez en la historia, con promesas progresistas, todas en camino, o incompletas o abortadas, y que a pesar de los informes de que el desempleo ha ido bajando en los últimos tres años, desde el 2013, el 19,9% de los niños norteamericanos, unos 15 millones, son pobres, con un porcentaje más alto entre los negros (38%) e hispanos (30%).
En estos momento0s, Estados Unidos es uno de los países desarrollados en el que existe mayor desigualdad, solo superado por Turquía y Chile.
Este abrasamiento –y abrazamiento– en que el neoliberalismo corroe a la especie humana, se ha expandido a toda Europa, donde la cuarta parte de la población (123 millones) es pobre.
El “milagro” alemán ha conseguido crear enormes desigualdades sociales, debido a que fue sustentado inicialmente en la condonación de la deuda que contrajo tras dos conflictos mundiales y reforzado en la actualidad, imponiendo una ultra austeridad criminal que les reporta enormes beneficios.
Trece millones de alemanes viven en riesgo de indigencia. En la cuarta economía mundial y segunda exportadora del planeta, uno de cada seis ciudadanos está al borde de la pobreza.
El trabajo en precario se ha disparado, y unos ocho millones de personas tienen sueldos miserables. Según el investigador Sebastian Dulien, “la doble reforma de la seguridad social y el mercado laboral ha aumentado la pobreza y la desigualdad”.
Todo ello conlleva exclusión social, lo cual predice más racismo, xenofobia, fundamentalismos, reducción demográfica, violencia, enfermedades mentales.
En el resto del Viejo Continente, las diferencias sociales y la miseria se amplían a medida que aumentan los recortes en sanidad, educación, servicios sociales, pensiones, seguridad laboral.
Todo ello sin contar la llegada de millones de emigrantes, producto de la política bélica y genocida del imperialismo contra los pueblos mediorientales y norteafricanos.
Hace poco, el alcalde de una localidad de Islas Canarias, Antonio Morales Méndez, expresó que España se ha convertido en el segundo país con más desigualdad, “ya que el 1% de la población concentra más riqueza que el 70” más pobre”.
Agregó que en Canarias la población en estado de pobreza se ha duplicado desde el 2009 y un 17% de la ciudadanía se encuentra en riesgo de exclusión social, 58 000 hogares no perciben ingresos, uno de cada dos desempleados no recibe subsidio y la desigualdad ha aumentado en 12%.
La propaganda al respecto es tremendamente engañosa, al intentar ocultar que los ingresos de la quinta parte de los que menos cobran bajan desde 1979 y hace creer que quienes integran el 1% de los más ríos, y ganan un 186% más, se lo merecen.
Y es que las dificultades y la fragilidad de una parte de una parte importante de la sociedad se sostienen en el empobrecimiento de sus ciudadanos.
Como diría un notable ensayista cubano, esos ciudadanos pudieran ser llamados “pobres de levita”, en cuanto a que “su destino es el fracaso, el anonimato, la miseria que obliga a tomar la vida por el asa candente, y a no dormir”.

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