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Enfrentar al monstruo neoliberal

19 de enero de 2022

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Antes de asumir la presidencia de Chile, Gabriel Boric se anotó un alentador triunfo, cuando influyó en el Parlamento de su país para que dejara sin efecto la licitación emprendida por el saliente mandatario, Sebastián Piñera, que permitía la explotación del litio a dos empresas extranjeras.

Borlc, de izquierda, ya es parte importante en la creación de una nueva Constitución o por lo menos cambios constitucionales que aseguren que ese recurso natural de la nación sea explotado por el Estado y trata de eliminar paulatinamente los elementos de la vigente Carta impuesta por el sanguinario dictador Augusto Pinochet para entronizar el neoliberalismo en la nación austral.

Lo cierto es que tal sistema logró el avance económico de Chile, pero también hizo que se convirtiera en la nación mas desigual del continente, con millonarios, por un lado y una insegura clase media y otra baja en la que muchos de sus integrantes cayeron por debajo de la línea de la pobreza.

Conocidos, incluso no afectos a la Revolución Cubana, han confesado que quedaron fuertemente golpeados, cuando comprobaron que muchos de los alimentos “sobrantes” son destruidos para mantener y aumentar los precios, la enorme cantidad de personas que duermen en las calles y un gran número de jubilados imploran en las bodegas para que les fíen el pan que obtienen semanalmente.

Y he escogido momentáneamente a Chile como un ejemplo que vino a mi mente de lo que hace el neoliberalismo, la forma más salvaje del capitalismo, considerada la más difícil de sustituir cuando ocurre algún tiempo de su implantación.

Uno de los efectos más avasalladores del capitalismo globalizado y de su ideología, el neoliberalismo, es la demolición de la noción de bien común o de bienestar social. Sabemos que las sociedades civilizadas se construyen sobre tres pilares fundamentales: la participación (ciudadanía), la cooperación de esa sociedad y el respeto a los derechos humanos. Juntas crean el bien común, el cual ha sido enviado al limbo de la preocupación política.

Las actuales discusiones políticas en Brasil en medio de una amenazadora crisis hídrica y energética se pierden en los intereses particulares de los partidos de derecha que aún apoyan al actual mandatario, Jair Bolsonaro.

La participación, la cooperación y los derechos aseguraban la existencia de cada persona con dignidad. Negados esos valores, la existencia de cada uno no está ya socialmente garantizada ni sus derechos asegurados. Como consecuencia, cada uno se siente impelido a garantizar lo suyo: su empleo, su salario, su auto, su familia. Impera el individualismo, el mayor enemigo de la convivencia social. Nadie es animado, por tanto, a construir algo en común. La única cosa en común que queda es la guerra de todos contra todos con vistas a la supervivencia individual.

 

BUSCANDO EL BIEN COMÚN

En este contexto, ¿quién va a implementar el bien común del planeta Tierra? En un artículo de la revista Science 18 científicos enumeraron los nueve límites planetarios, cuatro de los cuales ya han sido sobrepasados (clima, integridad de la biosfera, uso del suelo, flujos biogeoquímicos (fósforo y nitrógeno). Los otros están en avanzado grado de erosión. Sobrepasar solo esos cuatro puede hacer a la Tierra menos hospitalaria para millones de personas y para la biodiversidad. ¿Qué organismo mundial se está enfrentando a esta situación que destruye el bien común planetario?

¿Quién cuidará del interés general de más de 7 000 millones de personas? El neoliberalismo es sordo, ciego y mudo a esta cuestión fundamental como lo viene repitiendo como un ritornello el Papa Francisco. Sería contradictorio suscitar el tema del bien común, pues el neoliberalismo defiende concepciones políticas y sociales directamente opuestas. Su propósito básico es: el mercado tiene que ganar y la sociedad debe perder, pues es el mercado quien va a regular y resolver todo. Siendo así, ¿por qué vamos a construir cosas en común? Se ha deslegitimado el bienestar social.

El intelectual brasileño Leonardo Boff señala que el creciente empobrecimiento mundial resulta de las lógicas excluyentes y predadoras de la actual globalización competitiva, liberalizadora, desreguladora y privatizadora. Cuanto más se privatiza más se legitima el interés particular en detrimento del interés general. Como ha mostrado Thomas Piketty en su libro, El Capitalismo en el siglo XXI, cuanto más se privatiza, más crecen las desigualdades.

Muy pocos países que han excluido el neoliberalismo y abrazado generalmente distintos caminos hacia el socialismo, luchan realmente y tienen esperanzas de lograr el denodado bien común, que es el acceso justo de todos a la alimentación, la salud, la vivienda, la energía, la seguridad y la cultura, que van acompañados por el reconocimiento, el respeto y la convivencia pacífica.

Para Boff, por haber sido desmantelado por la globalización competitiva, el bien común deber ser reconstruido, con la supremacía de la cooperación y no de la competición.

En Brasil, durante los anteriores mandatos de Lula, -quien tiene buenas opciones de regresar a la presidencia- se estableció el programa Hambre Cero, que halló gran apoyo popular, con el cual se intentó poner un fundamento seguro: el nuevo pacto social a partir de los valores de la cooperación y la buena voluntad de todos. Pero el efecto fue débil, dada la tradición individualista.

Pero en el fondo permanece esta convicción humanística de base: no hay futuro a largo plazo para una sociedad fundada sobre la falta de justicia, de igualdad, de fraternidad, de respeto a los derechos básicos, de cuidado de los bienes naturales y de cooperación. Ella niega el anhelo más originario del ser humano desde que apareció en la evolución, hace millones de años.

Admitiendo errores y corrupción, se debe articular ese anhelo ancestral. No importa la fuerza de la ultraderecha que haya que enfrentar.

En Chile y en Brasil, con el apoyo popular, se debe enfrentar al monstruo egoísta del neoliberalismo, y para ello existe un arma potente: la recuperación y la renovación, con vistas a alimentar la fuerza convocatoria.

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