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Encrucijada monetaria

23 de octubre de 2020

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Hasta los entes controlados por el imperialismo han admitido que la única potencia, y una de las pocas naciones del mundo, que crecerá económicamente este año es la República Popular China, a pesar de la pandemia de la COVID-19, el complot imperialista de subversión en Hong Kong y la guerra comercial de Estados Unidos.

No obstante que Trump, desesperado por su casi inminente fracaso para lograr la reelección, le echa la culpa de todos sus malos manejos al “coronavirus chino”, el gigante asiático no enfrenta alto desempleo, ni inflación, prosigue su política medioambiental, aprovecha la ocasión para sanear la economía, al combatir la corrupción, y procura que todos los habitantes tengan derecho a la salud y la educación, luego de combatir con éxito la peligrosa enfermedad.

Es decir, prosigue su meta de lograr la construcción de un socialismo con sus propias especificidades, para, como se dice, “bailar en casa del trompo”, nada parecido a los otros países que prosiguen por igual vía, desafiando a un mundo controlado por el capitalismo, incluso en su versión más salvaje, el neoliberalismo.

También hay que hacer notar, como ejemplo recurrente y que se menciona poco, que el primer caso de la COVID-19 se detectó en una pasajera china que había llegado a Wuhan procedente de Estados Unidos.

Algunos analistas se preguntan por qué China no ha accedido a combatir al dólar para llevarlo a una situación sin salida en la guerra desatada por Trump, cuando Beijing tiende en su poder una gran parte de los bonos del Tesoro norteamericano y no tiene que temer que las fábricas estadounidenses abandonen territorio chino. Y es que desde hace tiempo está preparada para este tipo de contingencia, sin dejarse provocar por las balandronadas del Imperio, que también ocurre en el sector militar.

Hay que apuntar que, a pesar de la fortaleza de la moneda china, el dólar sigue siendo la principal moneda de inversión en el mundo, porque tiene gran credibilidad entre la mayoría de las naciones.

China no está interesada en una confrontación de este tipo, como tampoco hacer caer en bancarrota a la economía norteamericana, porque cree que todos los factores deben jugar su propio papel, y de ahí que, pienso, evita que esta guerra comercial sirva también de propaganda a la campaña electoral de Trump, lo cual finalizaría si el mandatario pierde la reelección, con lo cual desaparecerán los personajes que lo alientan a seguir tal camino.

China tiene una importante carta que jugar, si es que llega el caso, y es el factor oro, ya que junto a su aliado ruso poseen en conjunto unas                3 870 toneladas, que suplantarían el dinero norteamericano como respaldo del rublo y el yuan.

Se cree que esta situación llegará de un momento a otro, mediante la Ruta de la Seda, creada y auspiciada por Beijing, aceptada por más de 70 naciones, las cuales, se afirma, verían al yuan como principal moneda de transacción.

Lo cierto es que la flotabilidad del dólar y la erosiva política monetaria norteamericana mantiene al mundo en una permanente zozobra y, aunque Trump ha endeudado enormemente a la nación que siempre ha tenido la “maquinita para fabricar dinero”, la hasta ahora primacía de la moneda de Estados Unidos se sigue debilitando, porque la principal potencia mundial se vuelve improductiva, sigue instalando sus fábricas en otros territorios más rentables y se vuelca profundamente en la producción bélica, su principal sostén.

Y así ha sido pese a que Trump intentó o prometió una política para traer las fábricas a casa y demás oportunidades de mejoría.

Pero hasta ahora, luego de cuatro años, nadie ha regresado, los dueños de fábricas, si acaso, se van a otros países y los desempleados son más de 20 millones –se asegura que es el doble– en la nación más rica del mundo, pero que ha enfrentado tan endeblemente una pandemia que la ha situado en el centro mundial del mal.

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