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Encerrar la dignidad

9 de abril de 2018

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¿Cómo puede ser? ¿Ficción o realidad? ¿Justicia o injusticia?

Preguntas van y vienen. Incertidumbre de hasta dónde puede llegar el empeño de la oligarquía brasileña en encerrar en la cárcel a Luiz Inácio Lula da Silva, el ex presidente, el líder, el obrero, el limpiabotas en sus años de niñez. El hombre que significa DIGNIDAD en mayúscula, esa que se quiere recluir con cerrojos de ignominia.

La víspera, durante un intercambio vía internet con el intelectual brasileño, Frei Betto, quien en horas de la mañana había estado hora y media junto a Lula, me contaba que este estaba sereno, muy seguro de que lo que se pretende por parte del gobierno ilegítimo de Michel Temer, es descalificarlo para que su candidatura a la presidencia del país, sea abolida, sabiendo  la oligarquía que es el candidato preferido por el pueblo y al que todas las encuestas dan como ganador en los próximos comicios.

Según Frei Betto, Brasil está dirigido por corruptos notorios, luego de un golpe parlamentario y mediático que ha impuesto un sistema cuyo mayor propósito es echar abajo todas las conquistas sociales logradas por los gobiernos de Lula y Dilma.

Una de mis interrogantes planteadas a Frei Betto, está relacionada con la reacción de los millones de brasileños beneficiados con los planes sociales iniciados por Lula. Fueron millones los que abandonaron el lastre de la pobreza extrema, los que pudieron lograr puestos de trabajo bien remunerados, a los que los servicios médicos le llegaron aún viviendo en los más recónditos parajes de la geografía de ese gran país.

Sabemos que el pueblo se ha manifestado en todos los Estados de Brasil, que frente al lugar donde se encuentra Lula, está en permanente vigilia para que no se le conduzca a prisión. Sin embargo, me cuenta Betto, “las movilizaciones no son tan grandes;  lamentablemente el Partido de los Trabajadores (PT), no ha hecho un trabajo de alfabetización política del pueblo”.

Medito entonces y relaciono lo que ocurre hoy en Brasil contra Lula y sus programas sociales, con lo que se trata de imponer en otras naciones latinoamericanas embestidas por una ola de neoliberalismo acompañada con debilidades de los sectores de izquierda  y aupadas por un poder mediático convertido en poder político que lo hace todo para echar abajo todo lo que signifique avances sociales.

Ejemplos sobran de cómo las oligarquías aprovechan cada atisbo de flaqueza en líderes o movimientos de izquierda, para meter la cuña de la división, usando para ello toda presunción de supuestos delitos, ya sean de corrupción o falta de control, magnificándolos hasta lo máximo, sembrando la desconfianza y la falta de credibilidad para con los supuestos implicados.

Brasil y Argentina, dos grandes países de América del Sur, han sido y son blanco de esa política, generalmente elaborada en laboratorios estadounidenses, especialistas en golpes de Estado para sacar de la escena política a todo movimiento progresista contrario al neoliberalismo y al sistema capitalista de nuestros tiempos.

Termino este comentario con una afirmación que me compartía ayer Frei Betto: “Toda esta arremetida contra Lula ayudará a unir y fortalecer la izquierda”.

Esperemos que así sea, aunque la dignidad, con Lula en la cárcel, quede encerrada momentáneamente, tras los cerrojos de corruptos jueces y aún más corruptos gobernantes.

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