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En remate

28 de marzo de 2016

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Esta expresión se ha usado generalmente en el sistema comercial y mercantil para el producto cuyo precio se ha abaratado para lograr venderlo.
Pero ahora el Imperio y sus hijos lo exhiben para “rematar” a aquellos gobiernos progresistas que son atacados simultáneamente desde varias direcciones y que acusan lamentablemente el resultado de tanto desmedro.
Así ha ocurrido en Argentina, Venezuela y ahora en Brasil, con fuego sostenido sobre gobiernos más estables en Ecuador y Bolivia al tiempo que Uruguay, Nicaragua y hasta El Salvador están en el punto de mira.
Técnica, fórmula y método de ataque son más o menos similares, caracterizándose por un barraje publicitario intenso, cotidiano, que revele presuntas deserciones, corruptelas, violaciones de los derechos humanos, etcétera, con el fin de crear confusión.
Son notorios los casos de personajes corruptos que acusan de esa situación a funcionarios intachables, logrando incluso que se inicien procesos por un delito que no existe, mientras ellos derraman abundante dinero para eludir a la justicia.
Otro aspecto clave es aumentar el caudal informativo negativo sobre el país, con el fin de enviarlo al exterior. Contratar espacios en medios importantes, presionar a organizaciones no gubernamentales y gobiernos para que señalen fraude con anticipación en los comicios, preparando el terreno si no se logra evitar el resultado adverso.
No hay que preocuparse por el financiamiento. Lo que falta para aliviar las carencias del ser humano, sobra cuando se trata de subvertir el orden y derribar “blandamente” a gobiernos que tratan de librarse de la tutela neoliberal y se preocupan por sus pueblos.
Ese dinero, “dulce como la miel” (Money Honey), como lo bautizan en el capitalismo, no solo proviene de organizaciones ultraconservadoras, de poderosos lobbies e inversionistas de Estados Unidos, sino también de partidos de derecha de países de la región como Argentina, Chile y Brasil y hasta de entes oficiales de España y Alemania.
Es decir, se ha agudizado la ofensiva golpista propugnada por el imperialismo que tuvo sus antecedentes en el Plan Cóndor y el golpe fascista y genocida en Chile.
El fenómeno cobra fuerza en la actualidad, teniendo otros antecedentes y más recientes, como el 11 de abril del 2002 contra Chávez, los reiterados intentos contra Evo Morales, la asonada frustrada contra Correa, el derrocamiento del presidente Zelaya en Honduras y la variante parlamentaria del “golpe blando” que se consumo con Lugo en Paraguay.
Contra Dilma Rousseff se encuadran los mismos factores, aunque el ejército aseguró que no habrá golpe y respetará el proceso democrático, lo cual, de cumplirse, frustraría por el momento la aventura contrarrevolucionaria que ha emprendido la derecha.
Venezuela es el otro país más acosado, con una derecha que ya controla la Asamblea Nacional y tiene el apoyo externo de EE.UU., España y Alemania para tratar de que se frustren los planes oficiales contra la guerra económica, además de que Washington vulva a considerar a Caracas como “un peligro para la seguridad estadounidense”, algo extremadamente descabellado.
Las conspiraciones avanzan, logran triunfos relativos, lo cual denota el peligro acechante que obliga a una unidad imprescindible en esta y demás etapas de los procesos progresistas, esos que pueden evitar que el Imperio ponga en remate los intentos de los gobiernos que desean un vida mejor para sus pueblos, sin amos, ni explotadores.

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