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En la cuerda floja

16 de octubre de 2018

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Ni el gobierno de Donald Trump facilita créditos a su aliado hondureño Juan Orlando Hernández para paliar males que las lacras capitalistas han entronizado en Honduras, ¡tal es la desconfianza!

Nada bueno ha resultado del  golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Manuel Zelaya, con sucesores que han hundido a la nación, independientemente de que algunos de ellos, como el  actual, se precien de combatir la corrupción, sin pruebas evidentes de que esté sucediendo.

Precisamente, el gobierno se ha mantenido fraudulentamente en la cúspide, luego de burlar la Constitución, que prohibía la reelección, y cometer fraude que llevaron al hondureño medio al inferno de la desesperanza.

Hambre, geofaguismo, feminismo, son algunos de los males corrientes y con índices preponderantes a nivel mundial, no sólo en el ámbito centroamericano.

Agencias noticiosas y medios de comunicación que en nada simpatizan con las fuerzas progresistas, han coincidido en señalar que  a pesar de esgrimir cifras que no han podido ser confirmadas, es notorio que la llamada democracia representativa es frágil en Honduras, que sigue siendo afectada por la pobreza, la inseguridad, el desempleo y la corrupción.

La nación sigue rezagada en problemas enquistados como la pobreza y el desempleo, mientras que otros, como la violencia criminal, el narcotráfico y la corrupción han crecido como la espuma.

La violencia criminal, que hace 40 años no era extrema, desde  hace cinco años puso al país como uno de los más violentos del mundo, con casi 90 homicidios  por cada 100 000 habitantes.

El actual presidente hace alarde de que con él esa cifra ha ido bajando, pero también la demografía del país, con miles de hondureños que abandonan cada semana el país, para intentar entrar en Estados Unidos, con todos los peligros que ello conlleva, donde prevalece un sistema que los desprecia y que considera que sus vidas  no valen nada, de ahí el aumento de la represión en las fronteras y el mejor armamento entregado a “justicieros” expertos en la cacería de indocumentados y del “trabajo sucio” en general.

En lo que respecta a la corrupción, que ha salpicado a todos en mayor o menor grado, el gobierno dice que recibe ayuda de la nada fiable Organización de Estados Americanos (OEA) para crear lo que se conoce como Ley de Política Limpia, con el supuesto fin de evitar que el narcotráfico u otras lacras financien a partidos políticos.

Pero nada de esto hace que Trump descuide sus finanzas y regalías a regímenes que tratan de mostrarle extrema docilidad, porque no ha aprobado aún el Estatus de Protección Temporal a hondureños residentes en Estados Unidos, unos 57 000, y que pueden ser deportados en cualquier momento, como “pago” del amo a los más serviles.

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