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¿En el umbral de una “guerra comercial”?

18 de junio de 2018

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Ante el final abrupto de la Cumbre del llamado Grupo de los Siete (G7) en Quebec, Canadá, a raíz de la cual el Presidente de Estados Unidos y varios de sus más importantes socios y aliados –asistentes a la misma–, han intercambiado insultos y descalificaciones públicas sin el menor recato diplomático, todo indica que la anunciada “guerra comercial”, que algunos pensaron no llegaría a estallar, marcha camino de hacerlo y pudiera arrastrar mayores complicaciones a la economía mundial, agravadas por la reciente alza mutua de aranceles entre Estados Unidos y China.

El presidente Donald Trump, que venía encendiendo la chispa desde su campaña electoral, no recibió entonces mucha atención por parte de esos mismos socios y aliados, quienes equivocadamente pensaron que se trataba solo de excesos verbales de campaña a los que el candidato estaba habituado.

Sucesos posteriores, una vez llegado Trump a la Casa Blanca, vienen demostrando que no eran tales excesos y que había una voluntad firme del candidato por reexaminar y reequilibrar los intercambios y las relaciones económicas en general de Estados Unidos con estos aliados políticos que –según el presidente– se beneficiaban exageradamente a costa de la “generosidad” de Washington que, además, asumía buena parte de los gastos en defensa y seguridad de esos países, asociados la mayor parte de ellos en el marco de la OTAN.

Tan pronto llegó a la Oficina Oval, el candidato Trump convertido sorpresivamente en mandatario comenzó a poner en práctica sus planes económicos y los anunció sucesivamente mediante los twitter que acostumbra a enviar como especie de síntesis de sus opiniones y decisiones.

Pero ni aun así sus aliados, fieles y obedientes hasta esos momentos a la mayor parte de los dictados que les llegaban del otro lado del Atlántico, podían creer en lo que estaban escuchando. Era un lenguaje totalmente nuevo y eran argumentos, algunos de indudable peso, por parte de una mentalidad empresarial como la de Trump que jugaba así crudamente el papel de imperio y no estaba dispuesto a seguir –según su punto de vista– dejándose saquear.

La Unión Europea denunció ya a Estados Unidos ante la Organización Mundial de Comercio; Francia y Alemania llevan la voz cantante y reclaman una Europa unida frente a la agresión; el premier canadiense ha sido humillado y desprestigiado por Trump acusándolo de cobarde; la inglesa Theresa May no sabe dónde meterse en medio del desastre pues necesita de ambos bandos y el premier japonés hace uso de la paciencia asiática pues todo este entuerto coincide con las importantes tratativas sobre la península coreana.

Aunque las víctimas de Trump en este caso ya han anunciado la elevación de los aranceles a productos estadounidenses como una represalia propia, es muy pronto para llegar a conclusiones sobre este diferendo y a sus posibles consecuencias políticas, pues queda todavía buen trecho por recorrer.

Aún pudiera haber concesiones por ambas partes pues es mucho lo que está en juego para todos ellos, que son la cabeza del sistema capitalista. De no haber un arreglo prudente y conciliador, los socios del Imperio, paradójicamente, podrán comenzar a sentir este peso sobre sus respectivas cabezas, mientras mantienen las inexplicables y vengativas sanciones contra Rusia.

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