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En el aniversario 170 de su natalicio: Henry Reeve

3 de abril de 2020

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En estos días de pandemia y COVID-19 ha resaltado en las diversas regiones del mundo la actuación solidaria, generosa y altruista de las diferentes brigadas médicas cubanas que, como parte de una política consecuente inaugurada por la Revolución Cubana desde sus años iniciales, han llevado su apoyo material y moral a muchos pueblos en los momentos más necesitados.

No por casualidad es que Donald Trump y otros personajillos de su entorno han proclamado su odio visceral a la colaboración médica cubana, la persiguen estúpidamente y amenazan a los gobiernos que han decidido recibida en cualquiera de sus modalidades.

Paradójicamente, -y esto el ignorante Trump parece no conocerlo ni reconocerlo,- el Contingente médico cubano para situaciones de desastres naturales y graves epidemias lleva el nombre de un héroe estadounidense de la independencia de Cuba, en aras de la cual ofreció su joven existencia, ostentando los grados de General de brigada del Ejército Libertador.

Su nombre completo es Henry Mike Reeve Carroli, pero en los campos insurrectos fue más conocido como “El inglesito” o “Enrique el americano”. Sus biógrafos calculan que libró casi 400 combates a lo largo de 7 años, en diez de los cuales resultó herido, varias veces gravemente. En uno de ellos fue capturado y “fusilado” por los soldados españoles, que abandonaron su cadáver creyéndolo muerto.

Henry Reeve nació en Brooklyn, Nueva York, el 4 de abril de 1850 y era hijo de una familia prebisteriana de clase media, habiendo recibido una buena educación. Siendo ya un adolescente instruido se sumó al ejército del Norte en la guerra civil o de secesión en Estados Unidos.

Concluida esta, a los 19 años se identificó plenamente con las ideas de la independencia y la libertad de Cuba. Abandonó entonces sus labores como tenedor de libros y contador y se incorporó a la expedición del vapor Perrit, conducida por el general estadounidense Thomas Jordan, llegando a la isla por la bahía de Nipe, al norte de Oriente.

Tras pertenecer brevemente a las fuerzas del general Luis Figueredo, solicitó su traslado a las tropas libertadoras de la vecina provincia del Camaguey, encabezadas ya por el Mayor General Ignacio Agramonte, una de las figuras cimeras de aquella lucha.

Los llanos del Camaguey, bajo las órdenes directas del Mayor Agramonte, fueron el escenario principal y glorioso de sus numerosas hazañas al frente de la caballería mambisa, convirtiendo su nombre en leyenda heroica.

Al proyectarse la frustrada invasión a Occidente durante la Guerra de los Diez Años que entonces se desarrollaba, fue nombrado jefe de la segunda división, que actuaría como avanzada de la columna invasora. Así avanzó hasta la región de Cienfuegos y fue más allá, entrando en la provincia occidental de Matanzas donde libró numerosos combates de diverso tipo y se constituyó en punta de vanguardia de las fuerzas libertadoras.

El 4 de agosto de 1876, en Yaguaramas, poblado cercano a la Ciénaga de Zapata, Reeve cayó en combate defendiéndose con machete y revólver en mano. Tenía 26 años de edad y había ascendido sucesivamente desde sargento de segunda hasta general de brigada.

El historiador ERusebio Leal Spengler lo describe así:”Impresionaba el disparo en la sien, como símbolo del valor y el decoro militar, los tiros de la ejecución fallida en la caja torácica y las marcas de otras tantas magulladuras. Pero sobre todo la pierna, la pierna derecha, atada con cueros y varillas de metal que sostenía a aquel nuevo batallador de la antigüedad en su concepto”.

El ejemplo y el recuerdo de Henry Reeve sellan de manera eterna e inquebrantable la amistad y la solidaridad entre los pueblos estadounidenses y cubano. El ignorante Trump debería saberlo.

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