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En busca del “milagro” perdido

23 de mayo de 2019

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Todos los cubanos conocemos quién es Donald Trump, su odio visceral a los pueblos y gobiernos que no siguen el dictado de Estados Unidos, su cobija a lo peor de los halcones de la guerra en el gabinete, su desprecio a las razas que considera inferiores y a quienes no integran ese grupo supremacista blanco que tanto pondera.

Creador e insuflador de las peores causas, ya antes de comenzar la campaña oficial para las elecciones presidenciales del año venidero sacaba ventajas sobre sus futuros competidores, al tiempo que salía indemne y hasta triunfador en eventos que se consideraba le pudieran hacer daño.

En fin, si no sucede un “milagro”, tendremos a Trump otros cuatro años, y así lo indican numerosos factores, independientemente de que pisotee derechos humanos, sea cómplice de genocidios y arme al terrorismo que dice combatir.

No es que querramos despreciar al elector norteamericano, pero siempre se le ha endilgado que vota por el bolsillo, a favor de aquel que le pueda dar alguna seguridad o menos temor en el quehacer diario.

Claro, esto es si vota, porque muchos no acuden a ejercer su derecho al sufragio, en el que siempre está atenta y presente la clase poderosa, con sus influencias sobre sindicatos amañados y empresas bajo su férula.

Cierto que en las más recientes elecciones de medio término el por ciento de votación fue mayor que en otras ocasiones, cuestión que fue fundamental para que los opositores demócratas tomaran el mando en la Cámara de Representantes.

Esto, por supuesto, es un aliento, por poco que pueda ser, si todo se realizara acorde a procederes honestos y con votantes que buscaran lo mejor para su país, cuestión que no siempre es así.

Trump, guste o no, mantiene un porciento de popularidad superior a cualquier otro presidente que haya ganado la reelección, como Obama, Clinton y Reagan.

La popularidad del actual presidente nunca ha subido del 47%, pero nunca ha bajado del 40%. Dado que para ganar le bastó el 46,1% de los sufragios, eso significa que siempre está al borde de la reelección. Además, no basta con que Trump sea impopular. Los demócratas necesitan presentar a alguien que sea claramente más que él, algo que no lograron en el 2016.

Hace unas horas, Joe Biden, el vicepresidente con Barack Obama, anunció que se presentará a las elecciones del 2020, para lo cual ya hay más una decena de aspirantes de su partido, que tomará la decisión a partir del 3 de febrero del 2020.

Quienes más “suenan” son Bernie Saunders y Elizabeth Warren, pero tienen posiciones demasiado progresistas que les puede perjudicar ante un electorado generalmente conservador, incluso los latinos ya establecidos y que en vez de solidarizarse con los inmigrantes, los ven como un estorbo.

La economía de Estados Unidos pasa por un buen momento, que ya había comenzado con Obama, y ello favorece a Trump: pleno empleo, no hay inflación, Wall Street sigue cerca de máximos históricos, y el descomunal déficit público que el presidente ha creado con su bajada de impuestos y su subida del gasto. sólo será un problema cuando él ya no esté en la Casa Blanca. En dos meses, el país entrará en la expansión económica más larga desde que empezaron a medirse los ciclos económicos a mediados del siglo XIX.

Trump no ha cambiado. Sigue siendo el mismo de cuando anunció su candidatura la vez anterior. Continúa oponiéndose a la inmigración ilegal y reduciendo la legal. Ha rechazado el libre comercio, la OTAN y, en general, a los aliados de EE.UU. Le gusta decir en privado a los líderes europeos que “Europa es peor que China” en comercio.

Así, distrae la atención sobre otras promesas que no tiene la menor intención de llevar a cabo, como subir los impuestos a Wall Street, combatir la epidemia de drogadicción de opiáceos que sufre el país, reducir el precio de los fármacos de primera necesidad, o reconstruir las desastrosas infraestructuras de la primera potencia mundial.

Apelar a la conciencia del elector medio y bajo norteamericano, hacer que vaya a votar contra Trump, no es tarea fácil, aunque no imposible, si creemos aún que se podrá encontrar ese “milagro” que ahora está perdido.

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