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Empezar por casa

20 de febrero de 2021

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Para nadie es un secreto que Estados Unidos siempre utiliza el pretexto de defender los derechos humanos para iniciar una agresión que devaste países más pequeños, desprotegidos militarmente y con recursos que satisfagan sus ínfulas hegemónicas.

Los ejemplos abundan, y no es éste el tema que deseo abordar expresamente, sino denunciar como el Estado que dice combatirlo es el principal Estado terrorista, además de ser el gran violador de los derechos humanos.

No hay que traer testimonios de personas no afines al Imperio, sino de aquellas que han estado actuando dentro de él, como el ex presidente James Carter, uno de los mandatarios más honestos, o menos deshonestos. a quien citamos en esta extensa, pero muy explicativa, perorata:

“Estados  Unidos es una  oligarquía con el soborno político ilimitado, en el que defensores de derechos humanos y hasta  la Organización de Naciones Unidas denuncian graves abusos de derechos civiles y humanos, incluyendo políticas que amenazan la libertad de expresión, el derecho a la privacidad y la libre asociación (incluida la sindical), con la población más encarcelada del mundo, con el empleo oficial de la tortura y la desaparición en violación del Derecho Internacional, y con la erosión de los derechos básicos, incluido el voto, y, por otro lado,  con índices der desigualdad económica sin precedente desde poco antes de la gran depresión. Tal vez es hora de solicitar el apoyo, la asistencia y hasta la intervención (no armada) de otros países y actores en el mundo para promover una transición democrática pacífica en Estados Unidos”

Y aunque no se cumple, existe un guion para promover la democracia y los derechos en Estados Unidos, que trata que el pueblo estadounidense tenga la libertad y la capacidad de dar forma y a su destino y vida.

Gobernantes norteamericanos, como Obama, sugería que ningún estadounidense debe enfrentar hostigamiento, arresto o golpiza solo por ejercer un derecho universal de hacer que su voz sea escuchada, pero no tuvo respuesta cuando Naciones Unida, ante las continuadas represiones a pacíficas manifestaciones contra el racismo, llamó a las autoridades a que aseguraran la protección de los derechos a la libertad de reunión pacífica y de expresión.

El propio Biden, en su extenso programa electoral, admitió la necesidad de incrementar sustancialmente los contactos con el pueblo.

Pero hay expresiones de gobernantes estadounidenses que tratan de aplicar en otras naciones, cuando en su territorio no lo hacen.

El periódico La Jornada, de México, apuntó al respecto que las declaraciones políticas de los gobernantes norteamericanos debían ser acompañadas de programas de democratización que incluyan financiamiento a diversas organizaciones para crear canales en defensa de los derechos humanos y civiles dentro del país, con programas que fomenten el consenso y la cooperación, otorgar acceso a información no censurada y defender los derechos de los afroestadounidenses y comunidades poco representadas.

Si hay honestidad, si se quiere hacer algo que sea bueno para el pueblo estadounidense, y no tratar deshonestamente a otras naciones, ahora hay una cierta oportunidad de empezar por casa.

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