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El triángulo de la desconfianza

26 de julio de 2017

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El triángulo de la desconfianza parece ampliarse en el marzo de las relaciones internacionales del mundo actual. La llegada a la Casa Blanca de Washington de la Administración Trump contribuye a que tal grado de desconfianza crezca, en medio de sanciones, amenazas y exabruptos repartidos, que incluyen a eventuales rivales pero también a aliados cercanos, como hasta ahora ha sido la Unión Europea.

El apoyo explícito a la salida de Gran Bretaña del seno de la UE (Brexit) por parte del mandatario yanqui marcó el momento inicial de esas dificultades, aunque el candidato no había sido omiso en sus críticas a Europa durante la campaña electoral.

Los tropiezos más evidentes han sido con Alemania, cuya canciller federal Ángela Merkel no ha ocultado el malestar de este importante aliado respecto a desplantes de Trump sobre la política migratoria o la balanza comercial con Alemania. Parecería que con un acercamiento al nuevo gobierno de Francia se pretende sustituir la indudable preponderancia alcanzada por Alemania dentro de la UE.

Otra esquina del triángulo es Rusia, víctima reiterada de sanciones de todo tipo que ahora encara la amenaza de otras nuevas –esta vez en el sector energético– las cuales implicarían de hecho a las empresas europeas tradicionalmente vinculadas con Rusia en ese terreno, particularmente el gas.

La Unión Europea ha convocado a una urgente reunión extraordinaria para analizar tales peligros e intentar una respuesta común a las medidas yanquis, que sospechosamente dañarían al Viejo Continente aunque aparecerían públicamente dirigidas contra Rusia.

No es casual que los conflictos y la desconfianza generalizada vayan acumulándose y los primeros seis meses de la nueva Administración de Estados Unidos no ofrezcan por el momento perspectiva alguna de solución o negociaciones en ninguno de los focos candentes del planeta.

Durante la campaña electoral estadounidense hubo quienes previeron esta posibilidad, que hoy se concreta mientras la situación política interna de Estados Unidos no corre mejor suerte.

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