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El regreso del fascismo ucraniano

6 de febrero de 2014

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Todo indica que el fascismo ha regresado a Ucrania y esta vez, paradójicamente, alentado y apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea, que se han hecho presentes mediante congresistas como el senador y ex candidato presidencial John Mc Cain y la alta funcionaria del Departamento de Estado Victoria Nuland o la jefe de política exterior de la UE; esto sin contar con los lazos y vínculos invisibles de los servicios de inteligencia de la OTAN con los cabecillas de las distintas bandas fascistas que son abastecidas y financiadas por vías ocultas.

Lo que comenzó aparentemente como una expresión de descontento por parte de los partidos políticos de oposición (todos prooccidentales) reclamando la asociación de Ucrania a la Unión Europea, degeneró con rapidez en un brote de violencia extrema, fundamentalmente en Kiev, y en la aparición de grupos incendiarios organizados y entrenados, ocupando y destruyendo edificios públicos y atacando a la policía, que significativamente ha tenido muchas más bajas que los atacantes pues se ha abstenido de responder con armas de fuego, evitando así una masacre generalizada.

No es posible abordar el tema del fascismo en Ucrania, sin embargo, sin recordar antecedentes que pudieran ayudar a explicar su raíz y permanencia a lo largo de los años y su rebote con fuerza a partir de 1991 en que se desintegró la URSS y Ucrania recobró formalmente el carácter de “república independiente” en medio de sucesivas crisis políticas.

Recordemos que allí existió en la década de los 40 la llamada “Organización de Nacionalistas Ucranianos” encabezada por el líder fascista Stefán Bandera que colaboró activamente con la ocupación nazi y llegó a organizar un ejército fascista contra el ejército soviético, junto a los nazis, cometiendo las peores atrocidades contra rusos y ucranianos antifascistas, contra prisioneros judíos, polacos y bielorrusos.

Se dice que hoy Bandera cuenta con más de una treintena de monumentos en suelo ucraniano, erigidos por sus nostálgicos seguidores, los mismos que forman parte en estos momentos de las bandas depredadoras que inicialmente enmascararon sus verdaderos propósitos con el tema de la asociación a la UE.

Muchos observadores y analistas internacionales, en su afán de interpretar la extraña situación en que Estados Unidos y sus socios europeos aparecen brindando escandalosamente su solidaridad a las bandas fascistas -pisoteando miserablemente y sin escrúpulos el recuerdo de sus millones de hijos gloriosos caídos en la lucha contra el fascismo-, atribuyen esta alineación al delirio de seguir cerrando el cerco geoestratégico contra Rusia, que es en definitiva el gran objetivo que hoy mueve a ambos “aliados”.

No olvidar que ante circunstancias económicas y sociales difíciles, el fascismo suele levantar cabeza y atraer tras sí los reclamos nacionalistas fanáticos y xenófobos. El recuerdo de Hitler y sus sangrientas aventuras no está tan distante.

En el caso específico de Ucrania, tanto su ubicación geográfica como la magnitud del país le otorgan  un interés particular y una importante dimensión dentro del escenario europeo e incluso mundial, lo que ha abierto allí los apetitos del fascismo resurgido y envalentonado tal vez por inesperados apoyos.

Confiemos en que esta vez la vieja historia iniciada en Munich (1939) no se repetirá.

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