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El ramadán y la guerra

30 de junio de 2014

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Comenzó el Ramadán este domingo 29 de junio. Mes de ayuno y meditación, de orar y consultar el Corán como símbolo de fe en una afianzada creencia.
Es el noveno mes del calendario lunar y se inicia con la aparición de la luna a finales de lo que llaman Sha´ban (octavo mes del calendario lunar islámico).
El ayuno tiene como objetivo enseñar a los musulmanes la paciencia y la humildad y hacer hincapié en la ayuda al necesitado.
Así debían transcurrir estos treinta días para una población musulmana que supera los 1000 millones de creyentes y la que, en cada país, debe disponer de ese espacio para la paz y la tranquilidad.
En fin, se trata de todo lo contrario a la guerra, al egoísmo y la avaricia, hoy predominantes en el mundo occidental, y donde gobiernos hegemónicos las usan como bandera y filosofía precisamente para despojar a muchos de los estados musulmanes ricos en petróleo y gas, de esa energía hoy vital para el desarrollo.
Por todo ello, no debe sorprendernos que mientras millones oran en mezquitas y otros centros, en algunos países de esa religión se produzcan los más crueles enfrentamientos y la sangre de cientos de personas —fieles o no— sea derramada.
Así transcurre por estos días en Iraq, un estado árabe testigo en la última década de una invasión y ocupación foránea que tronchó la vida a más de un millón de sus hijos; mutiló a otras decenas de miles de personas y destruyó todo un patrimonio de la humanidad enclavado en sus ciudades y pueblos.
Ahora los grupos más extremos del fundamentalismo, agrupados en lo que se denomina Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), con financiamiento de algunas monarquías del Golfo —las mismas donde se profesa el islam y se inició la víspera el Ramadán—, hacen una guerra contra la nación iraquí, cuyas ramificaciones pudieran hacer aún más candente la situación en todo el Oriente Medio.
Este domingo las milicias del EIIL en su plan para cercar a Bagdad, tomaron las ciudades de Rawah, Anah y Rutba, localizada esta última a 150 km de la frontera con Jordania, todas ellas pertenecientes a la provincia occidental iraquí de Al Anbar.
Ya con anterioridad habían asaltado la población de Qaim, puesto fronterizo a través del cual se accede a Siria.
Agréguese el control de otras grandes zonas del país, incluyendo las urbes de Mosul y Tikrit, así como las ciudades santas chiitas de Kerbala y Nayaf.
En el plano diplomático, el representante de Washington, el secretario de Estado John Kerry ha dicho por estos días que su gobierno no es responsable de la crisis que vive Irak.
Tamaña mentira si se sabe que ha sido la invasión y ocupación la causante de la exacerbación de las diferencias étnicas y de la existencia de un gobierno sin control de la nación y unas fuerzas armadas que, aunque entrenadas por Estados Unidos, apenas hacen frente a la envestida sunita.
Ahora el primer ministro iraquí ha pedido a Washington que regresen algunas de sus tropas, fundamentalmente para bombardear a las milicias rebeldes desde el aire; mientras Obama se muestra dudoso en cuando a un regreso de soldados estadounidenses a Irak.
Varios expertos consultados coinciden en que la situación actual en Irak es consecuencia directa de la invasión norteamericana.
“Los americanos desmantelaron las instituciones pero Maliki entrará en la historia como el hombre que perdió zonas enteras de Irak. Ha sido durante su gobierno que el país ha perdido su integridad territorial”, asegura Ruba Husari, una de las mejores expertas sobre la situación iraquí.
En este laberinto se vive en una región donde el inicio del Ramadán no ha hecho silenciar el fuego de los fusiles que en manos de extremistas parecen decididos a fracturar al territorio iraquí y por añadidura avivar el fuego del convulso panorama del Oriente Medio.

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