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El que espera, desespera

26 de febrero de 2014

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Mientras el mundo informado espera por soluciones  para evitar el deterioro climático y sus probables consecuencias catastróficas, la Cumbre Climática de Lima, que se celebrará del 1 al 12 de diciembre próximo ha sido evaluada de antemano como una simple escala para la que consideran más importante del año venidero en París.
O sea, la renovación del Protocolo de Kioto deberá esperar por un nuevo pacto vinculante, sin consensos contundentes sobre cómo reducir la emisión de gases invernaderos, tras el fracaso de la cumbre del pasado año en Varsovia.
Aún está por ver la implementación de los pocos acuerdos alcanzados por los 192 países asistentes, acerca de la protección de bosques, el freno de la deforestación y el aumento de la absorción de dióxido de carbono.
No importó que sucesos terribles como el tifón que azotó Filipinas causaran miles de muertos y desaparecidos y supermillonarios daños, ni que movimientos telúricos dañaran naciones de los cinco continentes, incluyendo algunos inusitados en el propio Estados Unidos.
Hubo cierto avance sobre la financiación a largo plazo de medidas contra el cambio climático, con un llamamiento a los países desarrollados para alcanzar la movilización de 100 000 millones de dólares para el 2020 a partir de fondos públicos y privados, pero situaciones anteriores hace pensar que sea simplemente eso, un llamamiento.
Nadie habló de compromisos, sino de contribuciones. Peor todavía: un gigante económico como Japón anunció que relajará sus compromisos de reducir sus emisiones de gases, a 3,8% para el 2020 respecto del 2005, debido a que el tsunami que inutilizó Fukushima en el 2012 obligó a paralizar toda su red de centrales atómicas y a utilizar más el carbón. Australia hacia algo parecido, aunque por otras razones, y Brasil daba la mala noticia de que la deforestación de sus bosques aumentó en 28%.
LAGRIMAS DE COCODRILO
Las lagrimas que provocaron los relatos sobre lo que había acontecido en Filipinas, no fueron lo suficiente para llegar a medidas urgentes para frenar el cambio climático y sus efectos devastadores.
La segunda etapa del Protocolo de Kyoto –el único compromiso sobre el clima- sólo involucra por ahora a 15% de las emisiones globales de gases, después de que también Nueva Zelanda, Canadá y Rusia optaron por excluirse. En Varsovia, Australia y Canadá criticaron las políticas de reducción de emisiones que se pretende para sus países.
Tampoco se cree que Estados Unidos –el principal contaminador- se comprometa a algo mayor, después que siguió rechazando cualquier apoyo a los intentos por crear un mecanismo de compensación para los países menos desarrollados, los cuales emiten menos gases  y que son los más perjudicados por el cambio climático.
Un estudio reciente del Banco Mundial determinó que entre el 2010 y el 2050 el costo de tener que adaptarse a un aumento de 2°C o más de la temperatura media global en 2060. Será de entre 70 000 millones y 100 000 millones de dólares al año.
La delegación de China, a su vez, advirtió que la falta de voluntad de las naciones más ricas de asumir compromisos serios de reducción de emisiones llevará la negociación definitiva a la conferencia citada para París en 2015. “Para nosotros, es clave en términos de mitigación de las emisiones, que los países desarrollados asuman el liderazgo”, dijo el jefe de la delegación china, Li Gao, quien explicó: “Necesitamos revisar las pretensiones de los países que se unieron a la segunda fase del Protocolo de Kioto en el 2012 y la de los que se excluyeron, para poder compatibilizarlas”.
John Kioli, presidente del Grupo de Trabajo de Cambio Climático de Kenia, un consorcio de organizaciones no gubernamentales, llamó al cambio climático el “mayor enemigo” de su país. Esa nación, atravesada por la línea ecuatorial, se enfrenta a algunos de los mayores retos que plantea la subida de las temperaturas. La tierra cultivable está desapareciendo y enfermedades como la malaria están apareciendo en las zonas altas donde nunca se habían visto antes.
Los países desarrollados, dijo Kioli, tienen la obligación moral de asumir el costo, teniendo en cuenta la cantidad de contaminación que han generado desde la Revolución Industrial.
No obstante, Juan Pablo Hoffmaister Patiño, un boliviano que representa al Grupo de los 77 más China, dijo que el problema no era tanto sobre la asignación de culpabilidad por el desastre climático que se avecina como el hacer algo para ayudar a las naciones más afectadas. “Tratar de asignar la culpa es algo que científicamente nos puede llevar mucho tiempo, y los desafíos y los problemas son una realidad que sucede ahora… Tenemos que empezar a tratarlos ahora, en lugar de identificar quién es culpable y en qué grado. No podemos hacer que este tema quede rehén de la búsqueda de responsables
“Es decir, hay que hacer algo ya, y urgente, porque mientras se prolonga la espera, se cae en la desesperación.

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