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El peligroso juego de la división

11 de octubre de 2017

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Independientemente de los resultados del referendo sobre la independencia efectuado el pasado lunes en la región de Iraq, estos, favorables a los promotores de la consulta, no necesariamente tienen que conducir a la creación de un estado, al no poseer condiciones para ello, y puede llevar a una guerra con grupos de esa etnia que no están de acuerdo con un evento propugnado desde el exterior por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, porque conducirá a la fragmentación de Iraq.

Por lo pronto, el gobierno de Bagdad declaró que no reconoce los resultados del plebiscito, luego de ser considerado ilegal por el Tribunal Supremo de la nación árabe.

Si nos sustraemos a la idea de que históricamente los kurdos tienen derecho a la independencia, lo cierto es que en las condiciones actuales no es fácil realizarla y solo llevaría hacerle el juego a quienes quieren fragmentar el Medio Orante en su beneficio, además de intentar la creación de un Kurdistán que tendría el papel de un nuevo Israel.

En este juego lleva la voz cantante el líder del Partido Democrático de Kurdistán, Massoud Barzani, quien a pesar de presentarse como una fuerza de centroizquierda, es acusado desde hace años de tener nexos con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, que no representa a todos los kurdos, y menos al iraquí, y que no puede decidir en su nombre.

En este contexto, el legislador iraní Seyed Mohamad Yavad Abtahi afirmó que aún no hay un acuerdo unánime entre los kurdos sobre la independencia de la región iraquí de Kurdistán.

Advirtió a Barzani que no representa a todos los kurdos y no puede decidir en su nombre, pronosticó que su era llegaría a su fin y adujo que “los terroristas de Daesh han trasladado su cuartel general de Mosul a Hawijah, en la provincia de Kirkuk”, y que su liberación se ha pospuesto por culpa del referendo.

Barzani está tratando de establecer un Kurdistán independiente consistente en las provincias de Erbil, Sulaymaniyah y Kirkuk, y, siguiendo órdenes de las inteligencias occidentales y sionista, y con amplio apoyo económico saudita, anexarse paso a paso las regiones kurdas de Turquía, Siria e Irán, sin tocar aún a Azerbaiyán.

 

 

Los kurdos

Cuando se hace referencia al pueblo kurdo es importante tener en cuenta dos cuestiones fundamentales: en primer lugar que representan la más numerosa minoría étnica sin estado del mundo (aproximadamente 22 millones); y en segundo lugar que, como pueblo, llevan décadas sobreviviendo a políticas de exterminio, lo cual hace que la historia de este ancestral pueblo sea la historia de una resistencia.

En lo esencial, la estructura social de los kurdos está basada en clanes; tipo de organización social que actuó de freno para las revoluciones nacionalistas. Estos pilares de la estructura social llevaron a que la sociedad kurda fuera económicamente autosuficiente y que se mantuviese aislada (y cerrada) a todas las transformaciones que en el Oriente Medio se iban produciendo a lo largo de la historia. Se podría decir que al mundo moderno de la construcción de los Estados-Nación, el pueblo kurdo llegó con una estructura social que no le permitió desarrollar o, mejor dicho, cumplir un proyecto nacionalista.

El más claro ejemplo de represión contra este pueblo se encuentra en la política del estado turco, la cual ha consistido en despoblar las zonas del Kurdistán. Esta estrategia que utiliza a la tierra como instrumento de guerra junto con la guerra propiamente dicha, fomenta la inmigración kurda hacia las metrópolis turcas y europeas, después de años de sistemática destrucción de casas y aldeas enteras. Se calcula en 30 000 las personas asesinadas desde 1984 a la actualidad, en millones los habitantes que emigraron y en cerca de 3 000 las aldeas y pueblos destruidos, por lo cual se puede hablar de un etnocidio vigente en el tiempo.

Frente a esta represión, los kurdos se han organizado en una serie de partidos y organizaciones que luchan, tanto políticamente como militarmente, por sus derechos como pueblo.

El partido mas fuerte es el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) en Turquía, fundado en 1978 y que en 1984 impulsó la organización de guerrillas. Mantiene posiciones de izquierda revolucionaria, aunque respeta escrupulosamente las tradiciones culturales y religiosas del pueblo kurdo. Propugna un estado federal compuesto por turcos y kurdos, y desde 1995 organiza un parlamento kurdo en el exilio: el PKE, proclamado en dicho año en La Haya.

Es la única representación internacional del pueblo kurdo y, según su texto fundacional, representa a la diáspora kurda de Europa occidental, de la ex URSS, de EE.UU. y de Australia. Esta compuesto por miembros del FLNK (Frente de Liberación Nacional del Kurdistán y brazo político del PKK), del HADEP. (representantes del movimiento islámico no fundamentalista), intelectuales, mujeres y personalidades independientes. Su inmensa mayoría procede del Kurdistán turco y se autoafirma solidario con el PKK. El PKE tiene como objetivo conseguir, con el apoyo internacional, el cese del fuego en Turquía y negociar una solución política del conflicto.

En el caso de Iraq, la situación de los kurdos es parecida aunque, con algunos matices propios de la historia de lucha kurda en este país, su relación con el estado es diferente. El régimen iraquí reconoce la existencia, a diferencia de Turquía, de un pueblo kurdo y admite incluso un sistema autonómico siempre que quede supeditado al gobierno nacional. Ha sido un importante factor en la lucha contra los terroristas del Daesh.

La política siria fue siempre más abierta al diálogo y al entendimiento con los kurdos. Incluso en 1998, el presidente Bashar al-Assad llegó a ceder a algunas demandas.

De cara a la opinión pública los gobiernos occidentales actúan con un doble lenguaje: por un lado instan a una solución política y, por otro, abastecen de todo tipo de armamento para frenar al movimiento. Un ejemplo de ello es EE.UU., que ha apoyado a Ankara en la represión a los kurdos y ahora utiliza a Israel y Arabia Saudita para alentar primero a la división en Iraq, y luego utilizar iguales procedimientos para desunir al resto de los países que tienen territorios del Kurdistán.

Detrás de ello, el imperialismo norteamericano busca afianzar su hegemonía, proteger sus intereses geopolíticos y apoderarse de importantes recursos naturales, principalmente energéticos.

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