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El patrimonio y la paz en Siria

29 de abril de 2019

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Los bárbaros del autodenominado Estado Islámico (EI) han destruido varios sitios en Siria, que constituyen reliquias religiosas y monumentos nacionales y de la Humanidad.
Tanto el grupo islamista como el Al Nusra, ambos terroristas, se han ensañado contra un país de vasta cultura y de poblaciones capaces de reponerse de las guerras y volver a levantar sus templos.
Así ha sucedido con la Catedral de San Elías, un santuario católico oriental o maronita, en Alepo, cuya construcción data de 1873.
En la propia ciudad, también habían destruido el Memorial del Genocidio Armenio y la Iglesia de Der el Zor.
Hoy, la labor de miles de fieles y pobladores de la región y la contribución del gobierno sirio, han devuelto este centro a sus habituales homilías, con la seguridad de que cada obra que se reconstruya o se levante, es una nueva victoria para la paz de su pueblo y una derrota para los grupos terroristas y sus financistas externos.
En Siria la guerra no ha terminado. Todavía el país tiene focos extremistas en algunas zonas y tiene fuerzas militares estadounidenses que ocupan ilegalmente lugares de esa nación. Pero, en la medida que el ejército sirio con la ayuda de la aviación rusa y de asesores iraníes, va liberando pueblos y ciudades, comienza la gran batalla de la reconstrucción, que ya deja ver primeros sus frutos.
Uno de los ejemplos más elocuentes de lo que ha sido la destrucción patrimonial en esa nación árabe es la ciudad de Palmira.
Su nombre significa árboles dátil. Fue la capital del imperio de Palmira entre los años 269 y 272.
Elegida como Patrimonio de la Humanidad en 1980, constituye una de las primeras ciudades de la antigüedad en la ruta de la Seda por su ubicación estratégica entre Oriente y Occidente. Alcanzó su esplendor en el siglo III cuando pasó a ser colonia romana, pero luego quedaría destruida por las guerras.
De la antigüedad, se conservaban el Templo del dios Bel, la gran columnata y el ágora y el Tetrapylon. Y en sus alrededores, se encontraron cientos de tumbas monumentales en las que se hacían enterrar las clases adineradas, rodeados de estatuas y objetos de valor: es el Valle de las Tumbas, que albergaba la necrópolis de la ciudad con construcciones funerarias que podían alojar hasta 500 cuerpos.
La historia recoge que el Templo del dios Bel,(dios del sol) fue edificado en el año 32 d.C., y formado por un edificio cuadrado con ventanas y rodeado por un gran muro y una galería de columnas. Hasta su destrucción, era uno de los edificios religiosos más importantes del siglo I en Oriente. Pero el Estado Islámico arrasó con él en el año 2015, por considerarlo un «lugar para la idolatría».
Se suman a esta devastación, la Gran Columnata, de 1 200 metros, lugar donde se encontraba la calzada para los carruajes.
Otra reliquia patrimonial, el Arco del Triunfo Palmira, también fue dinamitado.
De estas grandes pérdidas poco se habla en la gran prensa internacional pero, sin dudas, junto a las casi 300 000 víctimas mortales causadas por los terroristas y los bombardeos de la aviación estadounidense, los más de cinco millones de desplazados y los que han tenido que emigrar, constituyen una de las más horrendas herencias de la guerra impuesta a esa nación árabe.

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