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El nunca acabar

9 de mayo de 2016

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La muerte de casi 600 emigrantes en menos de dos semanas en el Mediterráneo, todos procedentes de Libia, vuelve a poner aún más al rojovivo la crisis provocada por las guerras y el saqueo de Occidente contra pueblos que han quedadoindefensos, debido a las ambicione de quienes tienen mucho y aún quieren más.
Lo cruel de todo esto es que la vesania imperial, las guerras que ha desatado y su hermana la hambruna, obligan a miles de personas, generalmente de origen árabe y africano, a huir a Europa –una de sus explotadoras–, la cual, alarmada ante una avalancha que provocó, pero no desea, las rechaza y compra a un carcelero, por más señas, turco, quien los empuja virtualmente a patadas de su territorio hacia el limbo o un nada que nada bueno ofrece.
Nadie los desea, y el que lo hace esconde generalmente sus ínfulas de explotación, como en Alemania, donde empiezan a realizar labores que lindan con la esclavitud.
Ni que decir del racismo, xenofobia y todo tipo de prejuicios con quienes han logrado llegar a “tierra firme”, es decir, ser aceptados.
Pero el amplio drama prosigue, porque forma parte del estilo imperialista de desatar guerras, irrespetar soberanías y explotar riquezas ajenas.
Los medios de información a su servicio, la inmensa mayoría, siempre relacionan los negocios de las mafias con los que quieren emigrar, huir sería mejor, con lo cual se encubre a los verdaderos responsables.
Y es porque el real mensaje político está en los 85 000 multimillonarios que tienen igual riqueza que la mitad de la población del planeta, 3 570 millones de personas, que sobreviven comiendo en los basureros –no con las “chatarra” del McDonald o Burger King–, lo cual complace a las transnacionales que inflan sus fortunas mediante las torturas de los pueblos.
No hay un número exacto de víctimas, porque son muchos más quienes están desaparecidas cuando emprenden no solo la ruta del Mediterráneo, sino la del Atlántico y de amplias zonas desérticas.
Todo es una “broma” fatal del imperialismo para hacer descender la población que no le es grata, luego de escoger a quienes pueden servirle como objeto de explotación.
Y lo del cuento de la mafia no hay quien se lo crea, independientemente de que haya casos así. Porque puede ser que un pescador se convierta en conductor de embarcaciones que intenta pasar las fronteras europeas.
Tal pretexto ha servido para enfilar nuevamente contra Libia, país agredido y dividido por Estados Unidos y sus aliados europeos de la Organización del Atlántico Norte. Allí ya fueron enviados otros mil soldados, cinco buques de guerra, dos submarinos, seis aviones y dos drones para impedir el éxodo, con métodos que no tienen que envidiar a los de los fascistas.
Es decir, se permite el bombardeo de las embarcaciones para combatir a los mafiosos y “proteger”a los emigrantes (quienes están a bordo de los navíos), en lugar de crear corredores humanitarios para quienes huyen de las situaciones de violencia, persecución y guerra.
Es una situación del nunca acabar, porque el saqueo imperialista sigue provocando los éxodos poblacionales.

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