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El naufragio de un mito

18 de mayo de 2022

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El ya ensombrecido mito de la “libertad de expresión”, manipulado expresamente para convertirlo en uno de los pilares del colonialismo en su momento, del capitalismo más tarde y del neoliberalismo global en tiempos más recientes, ha naufragado al parecer definitivamente.

Paradójicamente, sus propios creadores se han encargado de asesinarlo y ha bajado a la tumba junto con la heroica periodista palestina Shireen Abu Akleh -de la cadena televisiva qatarí Al Jazeere- a quien los esbirros israelíes dieron muerte premeditada cuando cubría informativamente los sucesos de la mezquita de Al Quods (Jerusalen), donde las fuerzas sionistas arremetieron criminalmente contra los devotos palestinos, que rendían culto al último día del Ramadán, mes sagrado de la religión islámica.

Fue un asesinato evidentemente planeado por los sionistas contra la audaz profesional de la prensa, que llevaba 20 años con sus reportajes de denuncia a las reiteradas masacres y al genocidio de los represores israelíes contra la población palestina y árabe en general, con el propósito vengativo de dar un escarmiento y una advertencia a los corresponsales que se atrevieran a reflejar en toda su crudeza la sangrienta represión contra pobladores indefensos y desarmados.

El mundo entero aguarda aun por la condena y por las condolencias del gobierno imperialista de Estados Unidos, del régimen sionista y de los consorcios periodísticos que les sirven en las distintas regiones del planeta, ya sean impresos, electrónicos o digitales y forman hoy la punta de lanza ideológica del capitalismo neoliberal, una especie de OTAN de las mentes.

Añadamos, que junto al mito desprestigiado y falaz de la “libertad de expresión”, que cada día engaña a menos gente, cayó también en bancarrota el mito de la “libertad de cultos” al profanarse escandalosamente el tercer lugar sagrado del Islam y golpear de manera bárbara a los feligreses que allí se encontraban.

Profanación y barbarie se unieron de este modo.

Imperialistas yanquis y sionistas israelíes son los mismos que -no casualmente- pretenden alzar sus voces hipócritas, cínicas y fariseas en los organismos de derechos humanos contra quienes se niegan a ser sus cómplices o a aceptar sus dictados.

Que la sangre generosa de Shireen Abu Akleh sirva para lavar ella misma la afrenta y el crimen. Que en ella se hunda definitivamente el ya desprestigiado mito de la “libertad de expresión”, esta vez unido al de la “libertad de cultos”, ambos utilizados por el imperialismo y el sionismo a su solo interés y conveniencia.

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