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El mando yanqui en la OTAN

10 de mayo de 2016

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Los medios de prensa internacionales acogieron recientemente de manera relativamente escueta el cambio de mando como Comandante Supremo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), quien simultáneamente es la máxima jefatura del Comando de las Fuerzas de Estados Unidos de Europa (EUROCOM) con sedes centrales en Bruselas la primera y la segunda en Sttutgart, Alemania.

En este caso, es la décimo octava ocasión en que tiene lugar tal relevo, a partir de que Dwight D. Eisenhower ocupara esos cargos en 1951. Muchos se preguntarán el origen de que siempre, desde la existencia del pacto político-militar del Atlántico, esa jefatura tenga que ser desempeñada por un militar estadounidense y coloque bajo su mando no solo a fuerzas de su propio país sino también de los 28 países que hoy forman la OTAN.

Algunos medios lo atribuyen erróneamente a “la tradición”, lo cual dista de ser exacto o pretende encubrir la realidad expresada en tal dualidad de mando, que evidentemente coloca a Estados Unidos como “primero entre pares”, en su carácter de comandante supremo del pacto.

Por otra parte, se dice que Estados Unidos tiene un precepto constitucional que le impide colocar a sus fuerzas militares bajo jefatura de un mando extranjero y ello explica que, por tanto, siempre un jefe yanqui deba ostentar el lugar cuando se trata de coaliciones o pactos del que forme parte la nación imperial.

Sea de una manera o de otra, o por ambas razones, lo cierto es que un militar estadounidense siempre ha sido, es y está llamando a ser en el futuro el comandante supremo de esa curiosa alianza, caracterizada en los últimos años por su agresividad y por una doctrina global donde se autoasigna la posibilidad de llevar sus fuerzas intervencionistas a cualquier “oscuro rincón del mundo”.

Como se ha divulgado, el nuevo jefe es el General del Ejército Curtis M. Scaparrotti, quien sustituye al general de la fuerza aérea Philip Breedlove, y viene de encabezar las fuerzas de ocupación estadounidense en Corea del Sur, tras haber sido jefe de la 82 División Aerotransportada y también con estancias en Irak y Afganistán.

Para nadie es un secreto la importancia política y no solo militar de este cargo, que es clave para el poderío militar de Estados Unidos y la cohesión de sus socios en esta esfera, no exenta de contradicciones en estos momentos, originadas por la política de cerco y sanciones contra Rusia –que no todos siguen en la OTAN con el mismo entusiasmo–, la presión yanqui por elevar los gastos militares de los integrantes del pacto, las diferentes guerras de agresión en el Medio Oriente y la crisis de los refugiados que estremece a Europa.

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