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El gran engaño

22 de octubre de 2014

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Quizás muchos de ustedes hayan leído acerca de la necesidad de Estados Unidos de desarrollar la industria bélica, en aras de crear más puestos de trabajo o evitar que siga subiendo el desempleo, además de la de enfrentar enemigos generalmente creados o inventados para justificar lo anterior.
Pero lo cierto es que el afán de ganancias hizo que magnates capitalistas cerraran muchas fábricas y las llevarán al exterior, con el fin de obtener más ganancias, lo cual elevó el índice de desocupación, cuando hubiera sido útil el solo desvincularse del sector militar.
Y es que las personas desempleadas no lo son porque no haya más necesidades que satisfacer, sino como consecuencia de movimientos de recesión o problemas estructurales de la economía, los que, a su vez, se ven agravados casi siempre por los elevados gastos militares.
Aunque los gastos militares evidentemente crean puestos en las industrias que aprovisionan a las fuerzas armadas, principalmente las de Estados Unidos, la parte creciente de los gastos militares dedicada a la tecnología de vanguardia reduce su capacidad general y directa para crear trabajo. Según los cálculos del gobierno norteamericano, mil millones de dólares de gastos militares crean por lo menos 76 000 empleos, pero si la misma suma se gasta en programas civiles, serían 100 000.
Se afirma que el afán de lograr una mejora continua de los armamentos ha representado un importante estímulo para el progreso tecnológico y que de no ser por la presión de las demandas militares, no se habrían obtenido fondos en escala suficiente.
En realidad, es sorprendente el número de invenciones de enorme importancia civil que no deben absolutamente nada en su origen y muy poco o nada en su ulterior desarrollo a la investigación y desarrollo bélico, aún cuando en una etapa posterior fueron adoptadas muchas veces por el sector militar y adaptadas a sus necesidades.
Los beneficios secundarios que para el sector militar entrañan las investigaciones civiles han sido incomparablemente mayores que los secundarios para el civil de las investigaciones militares.
Típicamente, la investigación militar se ha aplicado fundamentalmente a dispositivos nuevos que pueden cumplir las mismas funciones que los viejos, pero con más precisión, eficacia y fiabilidad. Por lo tanto, los beneficios secundarios de importancia para el sector civil han sido escasos y poco frecuentes.
Durante la Guerra Fría, EE.UU. y la Unión Soviética se alinearon en pos de la conquista militar, en la que resultó vencedor el imperialismo norteamericano, luego de penetrar su inteligencia sectores de poder del contrario y controlar fuentes petrolíferas fuera del espacio soviético, lo cual hizo al mundo unipolar durante algún tiempo, al manejarlo desde lo político y lo económico.

 

PERFECCIONANDO LA MUERTE

 

Hoy día, cuando las armas nucleares estratégicas acumuladas en los arsenales del mundo bastarían para destruir varias veces nuestro planeta (su potencia combinada es de mas de un millón de veces superior a la de la bomba norteamericana que destruyó a Hiroshima en 1945), la atención se centra sobre todo en el perfeccionamiento de las armas nucleares tácticas.
Lo cruel es que esta carrera armamentista costó más de cien millones de vidas en el pasado siglo XX y que el eje de los conflictos, en el que casi siempre está involucrado Estados Unidos, se haya desplazado hacia los países pobres.
La magnitud de los gastos militares mundiales es tal que estos pueden calcularse en cerca de un millón de dólares por minuto, con el importante rasgo de que el 75% del comercio mundial actual de armas importantes –tanques, aviones, buques, y mísiles- se realiza con los países del Tercer Mundo.
En ello sigue Estados Unidos como la principal potencia generadora del belicismo, con un evidente consumo de materias primas mayor que el utilizado en otros recursos. En el caso de metales como el aluminio, el cobre, el plomo y en zinc, la demanda militar norteamericana oscila entre el 11% y el 14% de la total; respecto a otros metales, es de cerca del 10%., mientras en titanio excede del 40%.
Es en la esfera del potencial científico y tecnológico donde la desviación de recursos para fines militares alcanza más vastas proporciones. Se estima que, en la actualidad, alrededor del 25% del personal científico mundial se dedica a actividades relacionadas con asuntos militares, y que el total acumulado de gastos en investigación y desarrollo desde la Segunda Guerra Mundial, el 40% se ha destinado a fines bélicos.
Si se extrapolaran las cifras correspondientes a EE.UU. el consumo militar mundial de hidrocarburos líquidos (con exclusión de los productos derivados del petróleo que se utilizan en la producción de armas y material) se ha estimado en unos 700 a 750 millones de barriles anuales, es decir el doble del consumo anual de toda África y aproximadamente al 3,5% del consumo mundial.
Por otra parte, el consumo militar de combustible para aviones de reacción en épocas de paz, asciende a la tercera parte del total norteamericano Es evidente que el sector bélico contribuye ampliamente al agotamiento de los recursos naturales.
En todos los casos, los recursos que consume el sector bélico son cuantiosísimos en comparación con los gastos públicos de orden social, incluso en esferas tan importantes como la educación y la salud, lo que es indicio del triste orden de prioridades por el que se rige la asignación de fondos públicos en todo el mundo.
Así de una forma u otra crece el desempleo y la miseria y las necesidades que conlleva, que, ciertamente, es combatido exitosamente en zonas cada vez más amplias donde se rechaza el dominio unipolar, aunque el Imperio sigue acechando y la garra imperial no domina, aunque acecha y aun engaña.

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