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El gran desafío

15 de julio de 2014

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Cuando este domingo sumaban más de 160 los palestinos muertos, masacrados por los bombardeos de Israel a Gaza, tenues pronunciamientos en el Consejo de Seguridad de la ONU y otros organismos internacionales, reflejaban el gran desafío de la humanidad que asiste impotente a un crimen como este.
En Nueva York, el secretario general de la ONU solo reclamaba el cese de la violencia tras responsabilizar a ambas partes —israelíes y palestinos— de lo que ocurre en Gaza.
Los enviados de Washington a la zona eran más directos en sus calificativos contra el movimiento palestino Hamas y no ocultaban su apoyo a Israel en circunstancias en que todo el mundo puede ver a través de la televisión la forma salvaje de los bombardeos, los civiles que mueren y la destrucción de la infraestructura de una ciudad como Gaza con las mayores concentraciones de habitantes por kilómetro cuadrado en el planeta.
La Liga Árabe, por su parte, convocaba a sus miembros luego de cinco días de masacre en tierra palestina, con meros pronunciamientos para que cesen los bombardeos.
En tanto, el premier israelí, desafiaba a la comunidad internacional y daba un ultimátum a la población palestina para que abandone la ciudad, mientras fuerzas terrestres en grandes cantidades auguran una invasión —una más— contra Gaza.
Coincido con quienes en la prensa internacional califican los enfrentamientos entre el ejército israelí y las milicias de Hamas como asimétricos, ya que mientras los palestinos son acusados de lanzar cohetes artesanales contra tierra israelí y se defienden con piedras de los bárbaros ataques; las hordas sionistas tienen y usan todo tipo de los más modernos medios bélicos, desde la aviación, tanques y otras armas.
En tal caso, el balance de víctimas es muy desproporcionado. Mientras ya hay 160 palestinos muertos, miles de heridos y una ciudad semi destruida; no hay constancia alguna de algún israelí muerto o herido y mucho menos de alguna instalación destruida.
La desfachatez de la Fuerza de Defensa Israelí (IDF, por sus siglas en inglés) es tal que sus voceros aseguran que se pone mucho cuidado en fijar los objetivos para reducir al mínimo las víctimas civiles.
De igual modo es una gran mentira, fácil de comprobar, la acusación de Tel Aviv en cuanto a que los palestinos importan armas desde el exterior. Tal afirmación se enfrenta con la verdad actual de que Palestina está bloqueada, con sus fronteras cerradas, los túneles por donde pudieran introducirse armas fueron clausurados, y además sufre un completo bloqueo financiero que le imposibilita contar con dinero para una posible adquisición de armamentos.
Sabe muy bien Israel y también la comunidad internacional que Tel Aviv, además, dispone de aviones no tripulados —DRONES— que vigilan todo el territorio palestino, lo que haría aun más imposible la entrada de armas para la defensa de quienes hoy sufren —una vez más— una verdadera masacre.
En Gaza mal viven 1,7 millones de personas, la mitad de ellos menores de 18 años, y se estima que la densidad poblacional supera los 4 500 habitantes por kilómetro cuadrado.
El gran desafío aparece una vez más en esta tierra. El problema ahora es que se pase de las tenues declaraciones a la exigencia para que Israel cese el genocidio y las milicias de Hamas no caigan en la provocación con respuestas inocuas de cohetes sin rumbo fijo.

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