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El falso populismo de Trump

8 de julio de 2019

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Una constante de la pasada campaña electoral de Donald Trump, que finalmente lo catapultó a la presidencia contra muchos pronósticos, fue la manera ostensible en que se presentó como un supuesto “populista”, rompiendo viejos esquemas establecidos por la vieja clase política tradicional de ambos partidos y aparentando que al hacerlo se beneficiaría a un amplio sector de la población trabajadora.

El objetivo de esta campaña donde se mezclaban pretendidos programas sociales con racismo y xenofobia eran los trabajadores o desempleados blancos de los cinturones industrializados del Este y el Medio Este –desesperados ante la crisis, los cierres y el desempleo– que buscaban una salida ante la dramática situación que afrontaban.

Es indudable que el mensaje demagógico y falaz de Trump prendió en ese electorado que se consideraba nunca tomado en serio por las élites políticas del establishment y ello le facilitó el triunfo electoral, aunque sin alcanzar la mayoría en cuanto a los llamados “votos populares”, donde resultó con más de tres millones de votos por debajo de su adversaria.

Sea como sea, para el Partido Republicano que competía sin esperanzas de regresar a la Casa Blanca constituyó una agradable sorpresa esta victoria que, sin embargo, lo atornilló definitivamente a la figura de Trump, de quien muchos líderes republicanos recelaban y aún recelan.

A cambio del apoyo congresional en el Senado –pues la Cámara les fue perdida a manos demócratas– el excéntrico mandatario ha tenido también que hacer concesiones y olvidar el ímpetu “populistas”, si alguna vez fueron sinceros. Ha tenido que acomodarse a los intereses millonarios de la plutocracia imperial republicana para poder resistir, subsistir y concretar sus ambiciones reeleccionistas.

El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, escribió en The New York Times: “El hecho es que Trump no es populista, a menos que definamos populismo únicamente como sinónimo de racismo. Por lo menos algunas personas blancas de clases bajas de Estados Unidos parecen haberse percatado de que Trump no está de su lado, y sería una torpeza que los demócratas dejaran pasar esa oportunidad”.

Si los demócratas dejan pasar o no la oportunidad –pensamos nosotros– queda aún por ver, pues ambas fracciones electorales del establishment yanqui forman parte del mismo espectáculo y con mínimas diferencias entre ellas.

No obstante, las ambiciones reeleccionistas de Trump podrán verse sometidas a una difícil prueba se esa gran masa trabajadora y desempleada de raza blanca que, según se afirma, constituye su base electoral WASP (blanca, anglosajona, protestante) perciben con claridad que han sido víctimas de un miserable engaño de manipulación por parte del mandatario.

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