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El espíritu de los tiempos

23 de mayo de 2013

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En medio de las crisis que azotan al mundo, en ese caos en el que directa o indirectamente está envuelto y tiene la culpa el sistema imperial encabezado por Estados Unidos, las entidades bancarias causantes de los mayores fraudes de la historia aumentan sus impulsos egoístas, se burlan de la gran mayoría inmersa en problemas para sobrevivir y contribuyen al silencio de una prensa que, mayoritariamente, solo divulga “noticias felices”.
Que la banalidad cunde por todas partes es una muestra la exaltación de figuras del folklore multimillonarias al título de ser las más influyentes de cada año  -como Lady Gaga- y hacer que un gran conglomerado siga ese narcisista juego, gracias a una cultura populista que lo mismo exalta al mercado del sexo más inocente que a la pornografía bizarra.
Ya no es la época del puritanismo, ni cuando William Clinton posaba displicente junto a su esposa Hillary y su hija Chelsea para contrarrestar el escándalo de la infidelidad con Mónica Lewinsky, que incluso llegó a aumentar la popularidad del ex mandatario.
El asunto ahora es no publicar mucho sobre las guerras de agresión en que está envuelto Estados Unidos, ni los “asesinatos selectivos” realizados por Israel, sino, todo lo contrario, y conceder en algo a esas protestas que se realizan de vez en cuando contra Wall Street, con el fin de que se vea lo magnánimo del espíritu democrático.
Así trata de ocultarse que sigue vigente la codicia desmedida de Wall Street y se renueva la avidez de los más poderosos jefes de las finanzas mundiales.
“La triste realidad es que los grandes bancos, que son los hijos caprichosos del dinero fácil de la Reserva Federal, son instituciones peligrosas, muy arraigadas en una cultura de privilegio y codicia”, comentó el economista David Stockman, mientras el  presidente, Barack Obama, encontraba todo tipo de dificultades para intentar gravarlos.
Esto se traducen en la obligada “generosidad” del Ejecutivo, aprovechada por un sector financiero que se está llevando anualmente más de la tercera parte de las ganancias privadas de Estados Unidos, porcentaje mucho mayor que cuando se produjo la famosa burbuja inmobiliaria.
En tanto el Congreso debate desde hace dos años propuestas para una nueva regulación financiera, los dueños del negocio rechazan cualquier intento de reforma que les haga ganar menos.
Entre tanta inmundicia descuella Goldman Sachs, líder del sector bancario, al que el especialista Matt Taibbi calificó en la revista  Rolling Stone de “gigantesco calamar vampiro que envuelve a la humanidad y succiona sin piedad dondequiera que encuentre algo que huela adinero”.
El autor satírico Andy Borowitz informó a su vez, en tono de humor, que Goldman estaba en negociaciones para comprar el Departamento del Tesoro. Citó además a un imaginario portavoz del Tesoro, quien habría dicho que la fusión creará eficiencias para las dos entidades, debido al alto volumen de empleados y de dinero que ya fluye entre ambas.
Pero esta situación de ocultar las cosas desagradables o de darle un matiz diferente para que no se revele lo más escandaloso del sistema, no solo es prerrogativa de la prensa norteamericana, porque, según el semanario Liberación, bajo la “mano sabia” del gobierno de Estocolmo se subordinan o, simplemente, se desconocen, temas “desagradables”, como los paros, las encuestas adversas, la brecha que se ensancha entre privilegiados y marginados, y las víctimas de la guerras –incluidas las suecas- en que participa  junto a su amo imperial.
Por eso, para ese tipo de prensa, más que la codicia latente de los bancos y de quienes controlan Wall Street, se hace más práctico difundir figuras intrascendentes como Lady Gaga. Para la revista Time y el periodista Robert Paul Reyes, “la cantante captura perfectamente el espíritu de los tiempos”.

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