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El centenario de una carnicería

12 de noviembre de 2018

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En estos días se recordó con pompa en París el centenario de la firma de la paz que puso fin a la llamada Primera Guerra Mundial. No hay dudas de que se trató de un acontecimiento de importancia en el devenir de la contemporaneidad; sin embargo, da la impresión de que no se profundiza en las verdaderas causas que dieron origen a aquella carnicería entre los años 1914-1918 que costó la vida a millones de seres humanos, causando destrucción y desgracias por doquier, particularmente en Europa que fue su principal escenario.

Se le considera como la guerra más cruel y destructiva conocida por la humanidad hasta aquellos momentos. En ella se utilizaron por vez primera los gases mortales y las sustancias químicas que entonces no estaban reguladas por ninguna convención internacional.

Las contradicciones interimperialistas y la ambición voraz de las potencias capitalistas de la época por afianzar su hegemonía económica y extender sus dominios coloniales fueron la verdadera razón que envió a los campos de batalla a millones de infelices en aras de las ganancias del gran capital, siempre insaciable tanto ayer como hoy.

El motivo esgrimido para el rompimiento de las hostilidades fue el asesinato del archiduque Fernando en la ciudad serbia de Sarajevo, pero en realidad este solo fue el detonante en medio de una situación que venía incubándose, sobre todo entre las metrópolis europeas, -tanto monárquicas como republicanas –emisarias del capitalismo en expansión en busca de utilidades, mercados y colonias.

Los pueblos –y mucho menos los trabajadores– nada tuvieron que ver con aquella sangrienta confrontación, como no fuera para ser enrolados obligatoriamente y dar sus vidas en defensa de una causa supuestamente patriótica pero que paradójicamente iba contra ellos mismos y a favor de sus explotadores, tanto de un bando como de otro.

En Europa, por ejemplo, el saldo fatal de esta Primera Guerra fue el auge del fascismo enarbolado por Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, alegando la condición de potencias derrotadas y obligadas a firmar una paz humillante y llena de concesiones.

La Segunda Guerra Mundial –veinte años después– fue la secuela de esta primera contienda, alentada por el revanchismo y el nacionalismo estrecho al que dieron lugar y sirvieron de impulso definitivo para el nuevo conflicto 1939-1945.

Consecuencias muy distintas tuvo en la Rusia zarista, donde levantando la consigna de la paz y la salida de la guerra imperialista, Lenin y los bolcheviques alcanzaron el triunfo de la Gran Revolución Socialista de Octubre y suscribieron de inmediato la conocida paz de Brest-Litovsk, que puso fin a la participación rusa en el conflicto.

Si bien el logro de la paz debe ser siempre motivo de festejo, este centenario de la Primera Guerra Mundial no puede hacernos olvidar las verdaderas razones de un conflicto tan cruel y sangriento, que desenmascaró las ambiciones de sus inspiradores capitalistas en busca de mayores riquezas.

Tenerlo muy presente en momentos como el actual donde el imperialismo de Estados Unidos parece estar dispuesto a soplar nuevos vientos de guerra.

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