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El cártel de Lima: excrecencia de la OEA

10 de enero de 2019

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Cuando todo hacía suponer que no podía haber nada más sucio, desprestigiado e inútil que la titulada Organización de Estados Americanos (OEA) en el contexto de la política exterior y las relaciones internacionales en América y en el mundo entero, surgió el denominado Cártel (Grupo) de Lima organizado según las instrucciones del Departamento de Estado yanqui y la CIA, con el objetivo confeso de derrocar al gobierno constitucional y legítimamente electo de la República Bolivariana de Venezuela, nación independiente constituida desde hace casi doscientos años y reconocida por todas las instancias internacionales, por las Naciones Unidas y como presidenta actual del Movimiento de Países No Alineados y la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).

Ante la imposibilidad de echar abajo de manera aparentemente legítima y basado en la Carta Democrática Interamericana a la Revolución Bolivariana, -que ha celebrado 25 referendos y elecciones multipartidistas en menos de 20 años y ha ganado 23 de ellas,-el imperialismo norteamericano y sus títeres latinoamericanos de turno lanzaron la iniciativa del Cártel de Lima, dentro del cual se agruparon al margen de la propia OEA, las Naciones Unidas o cualquier otra fuente de legitimidad internacional reconocida.

En pocas palabras, el titulado Cártel de Lima no es más que una excrecencia mal habida de la OEA, que pretende sustituirla en sus propósitos intervencionistas como instrumento de Washington en los desesperados y fallidos intentos contra Venezuela. La pandilla agrupada por la Administración Trump bajo ese rubro no tiene facultades ni legitimidad alguna y mucho menos autoridad moral para pronunciarse sobre temas que son de absoluta soberanía de Venezuela y su pueblo, según los principios de no intervención vigente y plasmados en la Carta de Naciones Unidas e incluso de la OEA.

El nuevo gobierno mexicano, al ratificar y reasumir la tradicional política exterior independiente y de respeto a la autodeterminación y la no intervención, -que ha caracterizado a ese país desde tiempos de la Revolución Mexicana y la Doctrina Estrada,- dio el tiro de gracia a las pretensiones intervencionistas de fuerza contra Venezuela y privilegió al diálogo como única fórmula posible.

Coincidiendo con el ascenso presidencial de Nicolás Maduro, la pandilla de Lima entra en bancarrota bochornosa y queda al desnudo ante América y ante el mundo en sus verdaderos propósitos abiertamente intervencionistas, que contradicen todo cuanto hay legislado al respecto hoy día y plasmado en el derecho internacional vigente.

Ante la imposibilidad de hacerlo ya por sí mismo, como antaño, el imperialismo norteamericano busca ahora incorporar a sus lacayos en sus vanos intentos intervencionistas. Y ante la dificultad de utilizar a la OEA, inventó su excrecencia: el Cártel de Lima.

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