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EE.UU: Veteranos desatendidos

26 de mayo de 2014

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Un rasgo característico de los imperios a lo largo de la historia de la humanidad ha sido su participación constante en guerras de agresión y rapiña que, si bien han ayudado a extender sus dominios, influencias y territorios sobre las víctimas de su poder, han significado también daños y elevadas pérdidas humanas, invalidez y enfermedades de todo tipo, aún para los imperios saqueadores y aparentemente vencedores en esas lides.

En los tiempos modernos, ese es el caso del imperialismo norteamericano, representado por los Estados Unidos de América, que se ha visto involucrado en un larga sucesión de conflictos armados en diversas regiones del mundo desde su aparición como país, -sin contar la sangrienta guerra de secesión interna entre el norte y el sur, -cosechando de ese modo un alto número de heridos, mutilados, inválidos, psicópatas, enfermos mentales y todo tipo de padecimientos que explican en parte los niveles de violencia, crímenes espeluznantes, violaciones y tiroteos y numerosos suicidios que conmueven día tras día a la atemorizada sociedad estadounidense.

No puede ser de otro modo en un país que, según estudio que  acaba de publicar la revista American Journal of Public Health, ha participado en la mayoría de las guerras libradas en el mundo desde el año 1945, en que concluyó la Segunda Guerra Mundial. Según dicho estudio, a partir de esa fecha han existido 248 conflictos armados en 153 zonas del planeta y de ellos, hasta el año 2001, Estados Unidos había participado en 201 operaciones militares todas fuera de su territorio, como corresponde generalmente al carácter imperial de estas acciones armadas.

Se explica, por tanto, que los sucesivos gobiernos que desfilan por la Casa Blanca, así como el Congreso, se sientan obligados a dar una atención especial y protección gubernamental a millones de veteranos de guerra, para lo cual existe un amplio Departamento federal que supervisa estas tareas, incluido el sistema de  hospitales y asilos destinados a este sector de la población que, de una forma u otra, defendió en los frentes de batalla siempre abiertos los intereses del Imperio y pagó sus consecuencias.

Junto al carácter humanitario de sus funciones no puede olvidarse la importancia política y electoral del tema, pues esos veteranos y sus familias pueden hacer valer su descontento en las urnas electorales y de este modo pasar cuenta a los gobiernos y los políticos que consideren culpables de desatención, maltrato y deficiente funcionamiento del Departamento de Veteranos de Guerra.

Ello explica la violenta reacción del presidente Barack Obama ante el escándalo desatado recientemente en el seno del referido Departamento por la mala atención médica y la manipulación fraudulenta de expedientes y alteraciones de citas médicas, a raíz de denuncias llegadas desde la ciudad de Phoenix, Arizona, inicialmente.

Obama citó a su oficina al general retirado Eric Shineski, actual secretario de Veteranos y le ordenó una investigación dentro del plazo de una semana. Parejamente, el presidente informó que instruyó a su jefe de gabinete adjunto, Rob Nabor, conducir “una amplia evaluación” del Departamento de Veteranos y sus servicios de salud, iniciándolas en Phoenix.

Evidentemente, Obama está muy preocupado por el uso político que sus adversarios republicanos están haciendo de este conflicto tan sensible y advirtió que no debe convertirse en “un balón político”, sobre todo tras las declaraciones de uno de sus más encarnizados críticos, John Mc. Cain, senador por Arizona y veterano de guerra, quien dijo que los alegatos del presidente “son totalmente insuficientes para responder a los problemas fundamentales y sistémicos que plagan nuestro sistema de atención médica a los veteranos.

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