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EE.UU. promueve suicidio europeo

26 de julio de 2017

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En su afán por destruir a Rusia, comenzando por la deposición del molesto gobierno de Vladimir Putin, Estados Unidos se ha dado a la tarea de incrementar las sanciones contra Moscú, tanto por la decisión de los habitantes de Crimea de regresar al seno de la Federación, como por la importante, puntual y solidaria ayuda de Moscú para evitar la caída del legítimo régimen de Bashar al Assad y que un ente takfirí, el sumundelterrorismo, ocupe su lugar.

Mientras el presidente norteamericano, Donald Trump, estudia la aplicación de medidas para sancionar a Rusia, su anunciado propósito de acabar con el terrorismo en la región se convierte en un contrarío accionar, con el bombardeo a tropas sirias y el asesinato de civiles indefensos mediante los ataques aéreos y artilleros de la coalición que encabeza hace casi dos años, y que busca la hegemonía de una oposición imbricada dentro del terror yque recibe apoyo de todo tipo de Israel,

Pero Moscú no solo mantiene una firme posición sobre el particular, sino ha respondido ala expansión de las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hasta las inmediaciones de su frontera y el emplazamiento de antimisiles en territorios polaco y rumano, entre otros, con todo un despliegue de misiles Iskander y otros portadores de cabeza nuclear, capaces de alcanzar cualquier parte del continente europeo

Lo increíble de esto es que los aliados de Estados Unidos del llamado Viejo Continente actúan de forma tal que parecen un fetiche norteamericano, al aceptar las imposiciones de sanciones a Rusia que perjudican incluso su propia economía, no la de EE.UU., y exponerse a ser destruidos nuclearmente en pocos minutos, si el Imperio decide llevar al máximo la provocación contra Moscú, o se produjera un error ante el cúmulo de tensiones o el mal manejo por individuos sin control de su propia capacidad, mediante el uso y abuso del alcohol o drogas, como se ha podido comprobar en las filas militares estadounidenses.

Si hace tres años, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, declaró que con las sanciones a Rusia, que perjudican económicamente a Europa, esta se estaba disparando en el pie. ahora podría decir que, aceptando las barrabasadas de los halcones norteamericanos, se estaría disparando en la cabeza.

Este grave problema tiene antecedentes hace diez años, cuando Rusia se retiró del Tratado de Fuerzas Armadas Convencionales, porque el escudo antimisiles de Estados Unidos y el despliegue de la OTAN se expandían peligrosamente hacia sus fronteras.

Ese Tratado había sido suscrito en noviembre de 1990 entre la OTAN y el extinto Pacto de Varsovia, y entró en vigor en 1992, cuando ya no existía el bloque de países socialistas y la alianza se ampliaba con la incorporación de naciones de Europa del Este y exrepúblicas soviéticas del Báltico.

La intención declarada era el establecimiento de un balance de fuerzas y armamentos en Europa, principalmente de medios convencionales, tanques, sistemas artilleros y aviación de combate, además de una reducción de tropas.

Pero Occidente desconoció posteriormente tal tratado, por lo que Moscú decretó la moratoria en el 2007, aclarando que no cerraba la puerta al diálogo, tantas veces eludido por el Imperio, que utilizó todo tipo de pretextos para caldear la situación, lo cual ha encontrado una respuesta rusa que pone al aliado europeo en su punto de mira nuclear, de producirse cualquier hecho infortunado.

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