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EE.UU.: la amenaza nuclear

20 de mayo de 2016

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Mientras no cesa de acusar a supuestos o potenciales adversarios de agresivos planes y violaciones como forma de encubrir o lanzar cortinas de humo y medidas de desinformación, el gobierno imperialista de Estados Unidos lleva adelante en estos momentos una campaña de proliferación nuclear sin precedentes, que sitúa a ese país como la mayor amenaza nuclear del planeta.

Teniendo como escenario fundamental a Europa, las armas nucleares estadounidenses están llamadas a jugar un decisivo papel –de acuerdo con sus promotores–, en la febril política de cerco y amedrentamiento que se lleva a cabo contra Rusia y, simultáneamente, dice apuntar contra Irán y Corea del Norte. Al menos así se admite públicamente.

La Federación de Científicos Americanos ha presentado una detallada información acerca de este despliegue en bases aéreas de países de la OTAN, cuatro hasta el momento, “donde las armas nucleares estadounidenses están destinadas al lanzamiento desde aviones del país receptor”, según confirmó una publicación acreditada en esos temas como el Bulletin of Atomics Scientists.

Los socios que, dentro de la OTAN, cuentan con la presencia de estas bombas de Estados Unidos son Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y también Turquía, que oficialmente son “países no nucleares”, pero de este modo se convierten en objetivos probables en caso de un eventual enfrentamiento de carácter nuclear.

Por supuesto, nada de esto ha sido consultado con sus respectivos pueblos y ni siquiera ha sido debatido en ninguno de sus Parlamentos y tampoco en el Parlamento Europeo.

Tanto Estados Unidos como sus socios de la OTAN anteriormente señalados están violando abiertamente el vigente Tratado de no Proliferación Nuclear suscrito inicialmente en 1963 y ratificado en 1975, una convención internacional de Naciones Unidas que es de obligatorio cumplimiento para todos los firmantes y que fue tan hipócritamente invocada en la reciente Conferencia de Seguridad Nuclear efectuada en Washington.

Los científicos estadounidenses han alertado asimismo acerca del próximo reemplazo de las bombas atómicas B61 –que son las actualmente allí desplegadas bajo control de la US Air Force–, por las nuevas B61-12, a las que se atribuye una mayor capacidad destructiva y de penetración en el subsuelo terrestre.

Convertir a Europa en la primera línea de enfrentamiento, en caso de un conflicto que alcance dimensiones nucleares, parece ser el propósito de los irresponsables y belicosos estrategas estadounidenses vinculados al complejo militar-industrial, que alienta e impulsa estos pasos irracionales.

Cuando los insensibles gobiernos que hoy se dejan arrastrar a las peligrosas aventuras de Washington vengan a reaccionar, es posible que sea ya demasiado tarde.

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