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EE. UU: el fantasma de la secesión

21 de octubre de 2013

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Los graves acontecimientos que están teniendo lugar en Estados Unidos van más allá de lo puramente económico, la parálisis federal, el techo de la deuda e incluso la controvertida reforma de la salud. Eso lo han reconocido, de una forma u otra, todos los actores del drama, desde el llamado Tea Party, los legisladores republicanos y el propio presidente Barack Obama quienes admiten el trasfondo ideológico y político del conflicto que hoy conmueve el seno del sistema imperial y pone en evidencia -una vez más-, las visiones encontradas acerca de su funcionamiento y el ejercicio de su hegemonía para la obtención del máximo de ganancias a costa del resto de la humanidad.

En medio de las inminentes amenazas de colapso, los síntomas de decadencia del Imperio y los sucesivos fracasos en la capacidad para imponer sin oposición su voluntad aparentemente indetenible, han surgido en algunos estados de los que forman la Unión fuertes señales secesionistas, sobre todo en estados del centro y sur del país -donde tradicionalmente es fuerte este sentimiento desde los años de la Guerra de Secesión, sus causas y consecuencias-, donde han aparecido núcleos ciudadanos que expresan aspiraciones de independencia frente a lo que califican como desorden federal e incompetencia en el manejo de la nación.

Otros han apuntado que tales ideas son simple locura, mientras hay quienes las consideran una excusa de sus promotores cuya verdadera intención es recaudar fondos para campañas electorales en condados y distritos.

En esta puja lleva la delantera actualmente el estado de Colorado, donde once distritos rurales someterán a votación en noviembre una propuesta formal de separación; con mayor o menor intensidad las ideas secesionistas se han hecho presentes en Texas, California, Oregon y Maryland. Algunos abogan también por la fragmentación de estados ya existentes, a los que consideran excesivamente grandes y discriminadores de las poblaciones más alejadas de sus centros de poder.

Al margen de la posibilidad real de concretar cualquiera de estos planteamientos, que serán sin duda de difícil materialización teniendo en cuenta las numerosas trabas constitucionales y requisitos que tendrían que vencer, es altamente significativo que hayan reaparecido en momentos de dificultad, cuando el todopoderoso estado federal muestra los mayores escollos para hallar una línea relativamente homogénea y un denominador común que le permita salir adelante al país en su conjunto, por encima de los arraigados intereses de grupos que se expresan en las diferencias partidistas y de clanes económicos que emergen en los distintos estados.

Lo que está pasando en Estados Unidos tiene cada vez más analistas e intérpretes, dentro y fuera del país imperial. Todos coinciden, sin embargo, que es muestra evidente de decadencia y crisis.

 

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