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EE.UU.: drogas, mafia y poder

16 de abril de 2016

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La vinculación de Estados Unidos con el cultivo de la coca en los Andes sudamericanos, especialmente en Perú, quedó evidenciada por el historiador estadounidense Paul Gootenberg en un ensayo “Cocaína Andina –El proceso de una droga global”, que ha sido publicado en Argentina por la editorial universitaria, Eudeba, una casa editora de reconocido prestigio en el Continente.

Según este ensayo fue nada menos que la floreciente e influyente empresa Coca-Cola la que desató la demanda de ese cultivo para sus necesidades fabriles, lo cual revela las implicaciones del poder imperial desde entonces y el papel de la fabricante mundial de refresco con casa matriz en Atlanta, Georgia, que ya se había convertido en importante factor de la política exterior estadounidense, según revela Gootenberg.

De este modo, esa firma podía competir con las cadenas productoras y comercializadoras de coca del sureste asiático, que eran controladas por los holandeses desde sus colonias en la región y por los comerciantes japoneses, una situación que se prolongó hasta los finales de la Segunda Guerra Mundial.

Añade en su obra el codirector de estudios latinoamericanos de la Universidad de Nueva York que a partir de esos momentos fue creciendo vertiginosamente el consumo de la cocaína en Estados Unidos, atribuyéndola a partir de la década de los 60 a “los suministros cada vez mayores de los mafiosos cubanos exilados”, quienes ayudaron a que la calificada como “naciente cultura cocainica de la posguerra” saliera de los guetos raciales o latinos de los años 50 y se extiende por toda la sociedad norteamericana, incluida sus estratos más elevados y adinerados.

Un punto de inflexión en esta sórdida historia fue la creación de la DEA (Drug Enforcement Administration) por parte del entonces presidente Richard Nixon, cuyo objetivo verdadero no fue otro que establecer “una burocracia internacionalizada con poderes internos” asociada al proyecto nixoniano de alentar un estado represivo mayor.

Este historiador estadounidense sostiene que Nixon –al contrario de la que decía públicamente–, “contrató secretamente a exilados cubanos para trabajos sucios, algunos terminaron involucrados en el escándalo Watergate, que se codeaban con organizaciones cubanas de derecha que manejaban el tráfico de cocaína en los años 60”.
“Miami se convirtió en un floreciente puerto de entrada para la cocaína bajo la mirada de Nixon”, asevera Gootenberg, quien estudió el tema desde las universidades de Chicago y Oxford y es autor de varios ensayos sobre América Latina y el narcotráfico.
Las revelaciones de este historiador estadounidense no hacen sino confirmar las abundantes sospechas que relacionan a los círculos de poder político y económico de Estados Unidos con el tráfico de drogas e incluso con su cultivo desde comienzos del pasado siglo en la cordillera de Los Andes.
Como de costumbre, la hipocresía y el doble rasero encubren los intereses reales del poder imperial, tanto en el tema de la supuesta lucha contra las drogas, su cultivo y su tráfico, como en la llamada “lucha contra el terrorismo” lanzada por Bush hijo.
La obra de Gootenberg es muestra inequívoca de que drogas, mafia y poder están entrelazados.

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