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Dura tarea

18 de enero de 2021

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Poco mencionada, algo olvidada en esa inmensidad que es el Océano Pacífico, Timor Oriental está enfrentando la adversidad de un cambio climático que amenaza dejar bajo las aguas a parte de la pequeña nación.

El país nunca ha sido extraño para Cuba, porque nuestros médicos han asistido a la población en circunstancias difíciles y centenares de timorenses se han graduado en nuestras aulas.

Timor Oriental nació en 1904, producto de la división de la isla de Timor en dos partes, cuando lo holandeses recuperaron la parte oeste de los portugueses, presentes en el lugar desde el siglo XVI.

El objetivo de las guerras entre ambas potencias coloniales fueron las riquezas naturales de la región, y la escisión hizo que las poblaciones de las dos partes de la isla, salida del mismo pueblo, enfrentaran un destino diferente, afectando la cultura y las costumbres de unos y otros.

Esto hizo que, en 1945, cuando el presidente Sukarno proclamó la República de Indonesia, la dirección de Jakarta reclamó todos los territorios bajo la administración holandesa, según la constitución del nuevo Estado.

A raíz de la Revolución de los Claveles, en 1974, Lisboa abandonó a su suerte a Timor Oriental, cuestión que aprovecha el régimen indonesio, entonces dirigido por el dictador Suharto, para anexarla a Indonesia, no reconocido por la mayoría de los pobladores y el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas.

Doce horas antes de la invasión, el presidente norteamericano, Gerald Ford, y su secretario de Estado, Henry Kissinger, estaban en Jakarta, tras la debacle imperialista en Indochina. El apoyo sin reserva de Washington, amén de las riquezas de sus recursos naturales, dieron el valor estratégico de esa parte de la isla, lugar de paso de los submarinos estadounidenses armados con misiles nucleares.

Pero el pueblo no permaneció indolente e inició una lucha independentista dirigida principalmente por el Frente Revolucionario de Timor del Este Independiente (FRETILIN), que tuvo que enfrentar a los soldados y grupos paramilitares del régimen de Suharto, al que no le faltó apoyo logístico de Estados Unidos.

Los principales líderes independentistas fueron hechos prisioneros, otros tuvieron que marchar al exilio y unos pocos lograron levantar la bandera de la descolonización y la independencia en la ONU.

La caída del dictador Suharto hizo que en la ONU prosperara el envío de fuerzas internacionales de paz, cuestión aceptada por el gobierno indonesio.

La ONU medió en un acuerdo entre Portugal e Indonesia que hizo posible un referendo en 1999, en el que el 80% de los pobladores expresó su deseo de ser independiente.

El tiempo posterior fue testigo de masacres realizadas por elementos inconformes, que lograron ser neutralizados; elecciones generales, el nacimiento el 20 de mayo del 2002 de la República de Timor Oriental y la proclamación del líder del FRETILIN, Xanana Gusmao, como su presidente.

Desde entonces hasta ahora la pequeña nación ha tenido que enfrentar duras tareas, entre ellas contra quienes ambicionan sus recursos naturales, así como trabajar arduamente para no desaparecer ante los embates de un cambio climático generado en la explotación desmedida encabezada por las naciones desarrolladas.

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