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Duque desborda la tradición-traición pro-yanqui

29 de abril de 2020

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Con el mayor respeto y sin ánimo de ofender, por si existe una excepción, no recuerdo gobierno colombiano alguno de las últimas ocho décadas que no haya sido un seguro servidor del imperialismo norteamericano.

De entre todos los que han seguido este sendero de traición a su pueblo éste de Iván Duque está por encima de la media, aún más que el de su mentor y guía, Álvaro Uribe, quien también fue su introductor en la esfera gusaneril de Miami.

Aunque parezca de lo más insensato, Duque se está lanzando a lo que hasta sus más cercanos consideran uno de los errores más gruesos de su carrera, la guerra contra Venezuela, más ben una agresión a gran escala, que no sólo puede perder, aunque tenga respaldo militar norteamericano, sino que provocaría un desgaste económico y un desastre humanitario y geopolítico.

Tan es así que numerosos legisladores y hasta figuras de las Fuerzas Armadas han coincidido en pedir a Duque que no emprenda ese camino.

Desde que el chavismo tomó el poder en Venezuela las relaciones con Colombia no han sido fáciles, al ser su gobierno uno de los aliados más fuertes y leales a la política norteamericana en el continente.

También ha sido tradicionalmente enemigo de cualquier gobierno de izquierda en la región, desde Cuba hasta Nicaragua, en su tiempo el Brasil de Lula da Silva, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, incluso la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner.

La diplomacia colombiana, que es en efecto muy hábil, llena de tecnócratas, expertos y asesores que van de la mano de las organizaciones norteamericanas en tono neoliberal más no regional, ha tenido una tarea determinante en la política con Estados Unidos.

Como señalamos al principio, los gobiernos colombianos han sido pro-estadounideses, y a la vez han logrado mantener una línea formalmente neutral, por dos razones esenciales: primera, una guerra interna que no termina, con ocho millones de víctimas, en parte por el incumplimiento de Bogotá del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y la suspensión del diálogo con el Ejército de Liberación Nacional:; y por otra, de una presunta lucha, toda una farsa, con el narcotráfico, llena de fracasos históricos, compartidos con los norteamericanos, en la que ambas partes han sacado jugosos dividendos, principalmente quienes dirigen los operativos de presunta persecución.

Las tropas locales van de relleno, principalmente para hacer el “trabajo sucio”, en los grandes operativos estadounidenses, con resultados notables, como el asesinato de Pablo Escobar o la captura del Chapo Guzmán, pero la realidad en cifras de disminución o control del narcotráfico nunca se ve afectada por estos aparatosos y mediáticos hechos. Como coinciden en afirmar algunos estudiosos de la cuestión: “el narcotráfico sí existe y la guerra la perdimos hace rato”

Hay mucho, mucho más qué decir. Pero con lo anterior, se hace realmente injustificable una guerra contra el pueblo venezolano para satisfacer a su amo estadounidense y la vanidad propia.

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