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¿Dónde jugarán los niños?

27 de noviembre de 2020

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Mucho se escribe y habla sobre los problemas de la niñez en el mundo, que atañen a todos y golpean tanto a los países desarrollados como a los envías de desarrollo, la mayoría delos cuales no han podido satisfacer las necesidades de esos seres que entran en este mundo sin siquiera tener un lugar seguro donde jugar.
Y es que el abandono infantil es ya algo peculiar en todos los ámbitos, siendo por supuesto más grave por las difíciles situaciones económicas que vive el planeta, debido a pandemias agravadas por el descuido oficial, calamidades naturales producto del aún no bien atendido cambio climático, y desigualdades socialesagravadas por el neoliberalismo.
Los informes presentados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y organizaciones no gubernamentales no manejadas por el imperialismo sobre la situación de la niñez que vive en condiciones precarias, debieran constituirse en un acicate para, de una vez por todas, desterrar la retórica sectaria que tanto daño hace, y buscar caminos de confluencia que permitan atender, con efectividad y sostenibilidad, a los sectores más desamparados de la sociedad.
En la mayoría de las ciudades del mundo -tal como observé en la populosa Yakarta y amigos me cuentan de Santiago de Chile- miles de niños viven en las calles y otros muchos están en riesgo de ser expulsados de sus hogares, debido a la desintegración familiar, la violencia y la pobreza. De esa cifra, alrededor del 50% está constituido por menores de cuatro años y la otra mitad entre cinco y nueve años de edad. Se suma a ello la falta de programas de fortalecimiento familiar.
Son datos desgarradores que exigen una atención preferencial de la sociedad. Sin embargo, pareciera que comienza a percibirse esa situación como algo natural por su recurrencia, y es posible observar en calles y avenidas a grupos de niños pidiendo limosna, al lado de gente claramente drogada, sin que puedan vislumbrarse acciones que pongan coto a esto y, si acaso, todo se reduce a la simple caridad, que nada resuelve.
Lo anterior abre las puertas a la explotación laboral infantil, cuya eliminación debía convertirse en una prioridad por los efectos que esa actividad tiene sobre la salud y el desarrollo de los menores de edad.
Igualmente está demostrado que cuando los menores de edad trabajan en condiciones que afectan el ejercicio de sus derechos, con frecuencia son explotados, al no recibir salario o porque las jornadas de trabajo son usualmente extensas. Algunos estudios muestran que en la medida que más trabaje, se expone a sufrir una mayor accidentalidad y enfermedades.
El trabajo de menores también afecta la educación, al generar deserción escolar, y está demostrado que el atraso en ese sentido se relaciona con las horas de labor. Se puede decir que las familias numerosas y de bajos ingresos es también un caso de infancia abandonada, ya que debido a los pocos recursos económicos no pueden costear una buena alimentación o la nutrición necesaria que necesita un infante, no puede cubrir las necesidades básicas de estos menores como son la vivienda, vestimenta, educación y mucho menos la recreación que necesita un menor, un lugar donde puedan jugar.

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