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Dinero: un dios letal

2 de octubre de 2014

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Por despilfarro o por carencia, el dinero, que debía ser el verdadero dios para ayudar a los desposeídos; se expone en su condición letal cuando su uso desproporcionado es para armas y guerras.
Decirlo es fácil, pero vale la pena metabolizar una cifra: cada mes Estados Unidos con la ayuda de algunas monarquías del Golfo, gasta más de mil millones de dólares solo en su campaña aérea contra los grupos del Estado Islámico de Irak que se han apoderado de amplios territorios sirios e iraquíes.
¿Cuántos hambrientos de este mundo se podrían alimentar con ese dinero? ¿Cuántos enfermos se podrían curar?
El propio Pentágono reconoce que cada día se gastan no menos de 7,5 millones de dólares en las bombas y cohetes que desde sus aviones o barcos de guerra se lanzan contra ambas naciones.
No obstante, hay analistas norteamericanos que plantean que esas cifras se quedan por debajo de la realidad e, inicialmente, no contemplaban la actual campaña aérea contra territorio sirio.
Otros medios de comunicación refieren que Arabia Saudita cubrirá un 69 por ciento de los costos de esa guerra, a la vez que esa monarquía del Golfo asumirá a los prisioneros del Estado Islámico que sean llevados a cárceles secretas.
El tema no es nuevo y los norteamericanos tienen vasta experiencia en eso de cárceles secretas, por cuanto su existencia ha sido uno de los mayores escándalos internacionales de las administraciones de George W. Bush y Barack Obama.
Instalaciones de este tipo fueron silenciosamente abiertas en Irak, Afganistán y algunos países europeos, tras los bombardeos contra las Torres Gemelas en septiembre del 2001, cuando Washington declaró una verdadera cacería contra árabes y musulmanes que luego han sido prisioneros torturados y muchos de ellos muertos en las mismas.
En cuanto al costo de esta nueva guerra contra el grupo Estado Islámico (EI), vale recordar que en la primera noche de ataques aéreos a Siria, Estados Unidos disparó 47 misiles de crucero Tomahawk desde navíos y desplegó aviones de caza F-22 Raptor ultrasofisticados. Cada misil cuesta 1,5 millones de dólares y cada hora de vuelo de los F-22 unos 68 000 dólares.
Agréguese a esto que, aunque Barack Obama dice haber retirado todas sus tropas de Iraq y ha prometido sacar hasta el último soldado de Afganistán, todavía hoy la contienda en territorio afgano ocupado cuesta a los contribuyentes norteamericanos un promedio de 1 000 millones de dólares por semana.
En estos días, cuando se daban a conocer estas cifras de gastos militares de miles de millones de dólares, en Naciones Unidas más de 140 jefes de Estado y Gobierno conocían por discursos de naciones del Tercer Mundo, que hay 1 200 millones de seres humanos que viven en la pobreza extrema, 842 millones que sufren hambre crónica, 774 millones de adultos analfabetos y más de 57 millones de niñas y niños no escolarizados.
¿Han reflexionado los líderes de gobiernos de todo el mundo en cuanto a lo que podría significar para la humanidad que esos 1000 millones de dólares mensuales que gasta Estados Unidos en bombardeos en Irak y Siria, fueran dedicados a alimentar, escolarizar y curar a esos hambrientos y pobres?
Cuando el dinero se convierte en un dios letal como en este caso, nos da la impresión de que vivimos en un mundo patas para arriba, donde se va imponiendo el caos.

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