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Dilema egipcio

6 de agosto de 2013

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Egipto sigue siendo una olla de presión en constante efervescencia y los militares egipcios que sacaron del poder al único gobierno elegido en las urnas no acaban de dar pie con bola para acallar las protestas de la mayoría musulmana, con el fin de que repongan al defenestrado presidente, Mohamed Mursi.
Cierto que en el escaso año de su mandato, el encarcelado ex mandatario cometió pifias en su apresuramiento por dar cargos a miembros de sus Hermanos Musulmanes en detrimento de personeros del anterior régimen e incluso de avezados funcionarios que pudieran haber ayudado al desarrollo económico de la nación.
Tal situación, además de haber estrechado lazos con la organización palestina Hamas y eliminar el cerco a la pequeña y abarrotada Franja de Gaza, era mucho para Israel y su socio mayor, Estados Unidos, independientemente de que Mursi jugó la carta imperialista de romper relaciones con Siria y enviar grupos armados de apoyo a la variada oposición al presidente Bashar al Assad.
Pero, independientemente de todo esto, la cúpula militar se sintió incómoda y temerosa de perder los privilegios logrados durante el anterior régimen, así como de las sumas millonarias de ayuda del Fondo Monetario Internacional y de Estados Unidos, que no ha alejado su flota de guerra de las costas egipcias.
La deposición de Mursi, además, favorece a un ejército sionista que
cumple el mandato norteamericano de intimidar a los gobiernos árabes, para que refuercen su colaboración con la opresión que sufren los palestinos, especialmente la monarquía jordana, los jeques sauditas y las autocracias egipcias, que han combinado el prudente silencio con la explícita complicidad.  a situación en Egipto es tal que Estados Unidos teme que un levantamiento imponga limitaciones a las incursiones imperiales que no existían durante la década pasada. El hecho se desenvuelve en una zona geopolítica vital para los intereses norteamericanos, creando una situación muy distinta a la predominante en Europa del Este después de 1989.  Además, el nuevo protagonismo de los jóvenes y las mujeres introduce un distanciamiento potencial con el fundamentalismo islámico -independientemente de las diversas facciones y tendencias que integran a los Hermanos Musulmanes-,  reforzado por la centralidad de las banderas democráticas que encabezan todas las protestas.
Hay muchos indicios del comienzo de un giro histórico por la irrupción de las masas. Este dato modifica el escenario futuro del Medio Oriente, donde Egipto juega hoy un papel protagónico, ya que Estados Unidos no desiste, por el contrario, de expandirse militarmente para reforzar un eje donde El Cairo juegue un papel protagónico junto a Arabia Saudita en contra de Irán y Siria.
También se pretende retomar la política de ocupación occidental, que guió la primera guerra del Golfo. El objetivo norteamericano es lograr más contribuciones financieras de Europa y Japón y nuevos contingentes de tropas, aportados por todos los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por lo cual le es imprescindible que el poder militar egipcio se fortalezca cada vez más.El dilema estriba en cómo aplacar a unas masas insatisfechas, con la represión o engaños “democráticos”, sean o no favorables a Mursi.

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